El Foro de Pensamiento Peronista fue fundado en 2012 por un grupo de políticos e intelectuales del peronismo con el fin de discernir ideas y hechos que desplieguen el rico y vigente pensamiento estratégico del Gral. Juan Domingo Perón, e intervenir así en la lucha político-cultural de la Argentina. Tras las derrotas de 2015 y 2017, nos animó la reunificación del peronismo como base de la recreación de un gran Movimiento Nacional , y ofrecer a nuestro pueblo una alternativa triunfante, logro que finalmente se obtuvo a partir de la victoria en 2019 del Frente de Todos, encabezado por el compañero Alberto Fernández.

15 de diciembre de 2019

La política argentina vira hacia el centro



Por Mariano Rovatti

Tras años de tener una dirigencia que sostuvo la hiperpolarización como forma de construcción política, el presidente Alberto Fernández y los principales referentes de la oposición avanzan con procesos más orientados al consenso y la inclusión.


Motivado por la necesidad de construcción de poder propio, el Presidente Alberto Fernández comenzó su gestión con un mensaje orientado a expandir la base de su representación política. Desde agosto de 2019, cuando venció en las PASO, Fernández se convirtió en un presidente virtual sin los atributos del mando, dedicando ese tiempo a la construcción de un poder político propio, que lo haga menos dependiente de la unción de Cristina Fernández, propietaria de la mayoría de los votos del Frente de Todos.

Antes de la jugada que obligó a barajar y dar de nuevo, Cristina medía entre un 30% y un 35% de los votos. La fórmula ganadora obtuvo el 49%, con lo que podríamos deducir que un 16% ó 17% le corresponden a la coalición que incluyó a Sergio Massa, Victoria Donda, Fernando Solanas, Felipe Solá y compañía, cuyo principal armador fue el actual jefe de Estado.

El diseño del gabinete transcurría sin sobresaltos, hasta que se hizo oír el veto de la vicepresidenta a algunos de sus aspirantes. El momento de tensión quedó atrás, quedando claro que el liderazgo del espacio es compartido.

El sistema presidencialista de la Argentina le permitirá a Alberto consolidar su posición, teniendo en cuenta la centralidad que le garantiza el régimen financiero y las relaciones de poder vigentes en el país. Ningún gobernador está en condiciones de desalinearse del proyecto presidencial porque automáticamente, quedaría desfinanciada su provincia, o fuera del diseño de obras públicas nacionales.

Lo mismo rige para el gobernador bonaerense Axel Kicillof, quien al asumir recordó que los recursos con los que cuenta apenas alcanzan para pagar las obligaciones de los próximos treinta días.

Durante la transición, Alberto hizo gestos para construir poder político propio. La creación de la comisión contra el hambre, además de intentar genuinamente la solución para tan grave problema, le brinda al presidente el apoyo de un conjunto de referentes políticos y sociales, similar al que le dio a Raúl Alfonsín el funcionamiento de la CONADEP. En uno y otro caso, al loable fin de su existencia, une el valor moral de la causa, y el respaldo político que ello supone en favor de su impulsor.

El encuentro de Luján, dos días antes de asumir, entre los presidentes saliente y entrante, junto a otros referentes nacionales, en un ámbito neutral como es de la Iglesia Católica, también contribuyó a fortalecer el liderazgo social de Alberto. La imagen de tolerancia y continuidad institucional que transmitió la ocasión, está lejos de la grieta alimentada por las gestiones anteriores a la actual, situación que saturó a la mayoría de la población, sobre todo a la no politizada que supera el 75% del total.

Dicha impronta fue reforzada durante la asunción presidencial, con gestos de convivencia acentuados, más allá de la cara de desprecio de Cristina hacia Mauricio Macri en el instante del saludo protocolar.

El mensaje del Presidente ante la Asamblea Legislativa comenzó con el fin de la grieta como uno de sus objetivos, citando más de una vez a Raúl Alfonsín, y a Néstor Kirchner, Juan Domingo Perón, el Papa Francisco, Arturo Frondizi, Domingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi. Parece intencional la referencia a estos líderes: se propone con un perfil democrático y republicano, progresista, con justicia social, valores morales, enfocado en el desarrollo económico, defendiendo la educación.

Así como fue gestor de la unidad peronista, Alberto intenta liderar un espacio mayor, incluyendo al radicalismo que no consiente su alianza con el macrismo, y al ancho espectro de pequeños y medianos empresarios devastados por la política económica neoliberal. Más allá de su propia historia, Cristina viene acompañando esta idea. Bajó a todos sus candidatos provinciales para apoyar a los gobernadores del PJ, y promovió la reconciliación con el sindicalismo y el sector de Sergio Massa, a quien aceptó como presidente de la Cámara de Diputados. Así como el hoy ministro del Interior Wado de Pedro fue fundamental en su acercamiento con Alberto, su propio hijo Máximo fue artífice del acuerdo con el ex intendente de Tigre. La Cámpora es un espacio de poder real y concreto, que se ha manejado con criterios pragmáticos en este proceso electoral.

Incluso Axel Kicillof, en su discurso inaugural, más allá del fuerte tono crítico hacia el anterior gobierno, ha reivindicado el valor de la unidad, la que supone la necesidad de moderar posturas con el fin de hallar coincidencias.

También el flamante ministro de Economía Martín Guzmán en su primera aparición, desactivó suposiciones sobre el perfil de su plan, al anunciar que no hará una emisión monetaria irresponsable.

Las primeras medidas económicas se ubican dentro de lo esperable. A nadie sorprende la doble indemnización laboral por 180 días, el dólar turista, el rediseño del esquema tarifario –sin congelamiento- y el proyecto de la ley de solidaridad y reactivación económica, que confirman las creencias previas sobre la orientación gubernamental. Con respecto al aumento de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, se esperaba una segmentación, para no darle el mismo tratamiento a los grandes pooles y a los chacareros. Así, se corre el riesgo que se rearme la Mesa de Enlace como grupo de presión, unificando a entidades que naturalmente no representan los mismos intereses.

Desde la oposición, y en especial a través de los grandes medios, abundarán las operaciones tendientes a mostrar que tarde o temprano estallará la división en el peronismo. Hoy por hoy, rige un acuerdo entre Alberto y Cristina, reforzado por la convicción de la mutua necesidad de mantener la unidad y no repetir errores que llevaron al peronismo a la derrota.

Si Alberto tiene éxito –sobre todo en la economía- Cristina lo acompañará. Si su cosecha es mediocre, habrá una disputa de poder, y si fracasa, volverá la derecha al gobierno.

En la ribera opositora, también se produce un cambio de mirada.

El ala más combativa, la del ex presidente Mauricio Macri, está en retirada, habiendo perdido territorio y caja. Ni siquiera pudo sostenerse en Boca Juniors.

Quien comienza a desplegar su proyecto nacional es Horacio Rodríguez Larreta, con caja y territorio generosos. El estilo del gobernador porteño se halla más cerca del político tradicional, dispuesto a la negociación y el consenso. Larreta construirá en sintonía con referentes del estilo de Emilio Monzó.

El alcalde porteño carece de una estructura nacional que banque su candidatura. Para remediar ello, habría empezado ya a armar una red de referentes a lo largo del territorio argentino.

Por otra parte, sin romper la alianza Juntos por el Cambio, el radicalismo buscará reforzar su alicaída identidad, haciendo confluir a sus gobernadores, intendentes y legisladores en un ámbito común. En las legislaturas bonaerense y porteña avanzan proyectos de autonomía motorizados por referentes radicales.

Tanto el larretismo como el radicalismo están lejos de sostener una confrontación frontal con el gobierno, dejando atrás la polarización fomentada por Macri, inspirada en los consejos de Jaime Durán Barba y Marcos Peña.

Así, todo el arco político evoluciona hacia un escenario de diálogo y negociación, dejando en los márgenes a los cavadores de la grieta, más allá de dejar claro desde cuáles posiciones cada sector negociará.

Al menos, éso es lo que impone hoy la agenda de los ciudadanos.

Buenos Aires, 15 de diciembre de 2019 

____________________________________ 

 ¿El fin de la división peronista?

En los años ´60, con el inicio de la lucha armada, se fueron consolidando dos grandes corrientes en el peronismo: una ortodoxa, más cercana al sindicalismo y sectores más doctrinarios, y otra, juvenil en ese tiempo, más familiarizada con la izquierda.

Cuando la violencia recrudeció en el país, ambas expresiones también hicieron uso de la misma, alcanzando el punto más álgido de su conflicto el enfrentamiento armado del 20 de junio de 1973 en Ezeiza, en ocasión del retorno definitivo del Gral. Perón.

Tras la dictadura, ambas expresiones se moderaron, pero siguieron enfrentadas, compitiendo en 1988 en una memorable elección interna, en la que Carlos Menem derrotó por escaso margen a Antonio Cafiero.

La presidencia de Menem marcó un proceso en el que el peronismo se acercó a sectores de centroderecha, para luego virar en épocas de Néstor y Cristina Kirchner, a una alianza con expresiones de centroizquierda, tras las transiciones de Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde.

En las elecciones de este siglo, el peronismo marchó a elecciones presidenciales dividido en -por lo menos- tres fórmulas distintas en cada una. Como evaluamos en 2017 (ver aquí), el sector afín a la centroizquierda se impuso dentro del peronismo, como en el radicalismo lo hizo la centroderecha, abriendo paso a un nuevo bipartidismo.

No obstante, hay dos hitos que interrumpen la división: en 2013 fue elegido Jorge Bergoglio como Papa del catolicismo. Durante la dictadura, pese a haber militado en Guardia de Hierro, el cura ofreció ayuda a militantes de la juventud perseguidos. Al ser consagrado pontífice, todo el peronismo lo apoyó y tomó como referente.

El segundo hito es la conformación del Frente de Todos en 2019, que permitió a través de la unidad, la victoria del justicialismo y su retorno al poder.

Alberto Fernández tiene delante suyo el desafío de consolidar esa unidad y expandirla más allá de los confines de su espacio político. Una gestión exitosa le permitirá poner fin a décadas de división peronista. Tiene a su favor las atribuciones presidenciales de la constitución y del sistema financiero estatal, que facilitan el alineamiento de gobernadores, intendentes y legisladores.

Desde la oposición, y en especial desde los medios, buscarán minar esa tendencia. Las operaciones sobre divisiones, vetos o peleas entre Alberto y Cristina estarán a la orden del día, más allá de la recíproca dependencia de ambos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario