Analía González
Un programa político, cualquier programa político, implica una necesidad de crecer, de sumar, de asumir real o siquiera demagógicamente la representación de anhelos colectivos, de ,escalonar los propios fines en acuerdos máximos y acuerdos mínimos que permitan construir la mayor red de alianzas posible.
El último gran programa nacional fue el Modelo Argentino y su brazo instrumental, el Pacto Social. Allí, se unificaban en una misma propuesta las firmas de la CGT y la Sociedad Rural (sí, leyeron bien), lo que llamaba al asombro y constituía un triunfo indiscutible de Perón. En ese orden, siempre. Primero el "programa", después el líder. Primero la batalla por la idea, después, la riña por los cargos.
Si queremos devolverle al Peronismo la competitividad que pareciera haber perdido, debemos fortalecer esa premisa. Si se hacen mil encuentros, vayamos a todos, con "la idea" como estandarte: qué idea tenemos del Estado, qué instituciones necesitamos para que no haya corrupción ni inseguridad, y haya justicia y libertad, qué organizaciones reclama la sociedad civil, qué papel deben cumplir el capital privado y los sindicatos, qué debe hacer un gobierno y qué debe hacer la oposición, qué lugar aspiramos a ocupar en América Latina y en el mundo, etc. De lo contrario, todo esfuerzo resultará vano y la "unidad" sólo será un "hueso" hábilmente arrojado por Durán Barba, sobre la mesa en la que se reparten las migajas del poder.
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