El Foro de Pensamiento Peronista fue fundado en 2012 por un grupo de políticos e intelectuales del peronismo con el fin de discernir ideas y hechos que desplieguen el rico y vigente pensamiento estratégico del Gral. Juan Domingo Perón, e intervenir así en la lucha político-cultural de la Argentina. Tras las derrotas de 2015 y 2017, nos animó la reunificación del peronismo como base de la recreación de un gran Movimiento Nacional , y ofrecer a nuestro pueblo una alternativa triunfante, logro que finalmente se obtuvo a partir de la victoria en 2019 del Frente de Todos, encabezado por el compañero Alberto Fernández.

14 de marzo de 2018

Cinco años de pontificado



Alver Metalli y Víctor Lapegna

¿Qué es la parroquia para Bergoglio? ¿Qué imagen tiene de este núcleo tradicional donde se concreta la presencia del catolicismo en el territorio de un país, una ciudad o una localidad de la periferia? ¿Cuál es el objetivo, o los objetivos, que una parroquia debe proponerse y perseguir según el Papa actual? Y para él, ¿dónde muestra el contenido de estos interrogantes una tendencial forma de realización? Éste es el tema que, entre otras características del pontificado que llega a su quinto año, nos proponemos profundizar en los artículos que iremos presentando. El primero de ellos recorre las referencias de Bergoglio a la parroquia durante sus años como arzobispo de Buenos Aires y luego como Pontífice.



Digamos en primer lugar que las parroquias que se encuentran en las villas miseria de la capital argentina, donde Bergoglio ejerció una responsabilidad directa como obispo auxiliar primero y como arzobispo después, contienen la semilla dinámica de una respuesta a la idea de parroquia villera que él promueve y busca como Papa. En estos cinco años de pontificado, Francisco ha propuesto reiteradamente, y ha ido precisando en innumerables oportunidades, lo que él entiende por parroquia, poniendo de manifiesto la importancia que le atribuye en la visión de conjunto de su magisterio. Para comprenderlo, es indispensable conocer el ámbito urbanístico y social en el que se movió Bergoglio durante sus años en Argentina. En el perímetro urbano de Buenos Aires – una ciudad que tiene cerca de tres millones de habitantes, en su mayoría católicos[i] – hay 186 parroquias, con otras tantas iglesias; a éstas se suman 102 capillas, lo que significa un promedio de 16.500 personas por cada edificio de culto. Esto implica un número potencial de fieles que los sacerdotes en actividad – 817 entre diocesanos y religiosos[ii] - difícilmente podrían abarcar, ni siquiera para responder a los requerimientos mínimos de tipo sacramental y litúrgico. 

 Una observación que hizo Bergoglio en 2010 y repitió en varias oportunidades siendo Papa, muestra hasta qué punto Bergoglio era consciente del problema: «Hace poco le señalaba a un periodista italiano que nuestros sociólogos de la religión nos informan que la zona de influencia de una parroquia es de seiscientos metros a la redonda. En Buenos Aires la distancia entre una parroquia y otra es, ordinariamente, de alrededor de dos mil metros[iii]». No se trata de una mera referencia académica, no para Bergoglio, que de allí deduce la necesidad de salir, de ir en busca de la gente, de llegar tan lejos como se encuentra y convocarla a ese particular tipo de sociabilidad que es la Iglesia. 

El concepto de “Iglesia en salida”, tan repetido por el Papa Francisco desde el momento que se asomó vestido de blanco al balcón de San Pedro, lo expresaba Bergoglio con una imagen eficaz, tomada de un sacerdote amigo, en una de las raras entrevistas que concedió durante sus años como arzobispo de la capital argentina. «Una vez me decía un sacerdote muy sabio», cuenta en la entrevista a Rubín-Ambrogetti con una chispa de ironía, «que estamos frente a una situación totalmente opuesta a la que plantea la parábola del Buen Pastor, que tenía noventa y nueve ovejas en el corral y fue a buscar la única que se perdió: tenemos una en el corral y noventa y nueve que no vamos a buscar». La conclusión se resumía en estos términos: «Creo sinceramente que la opción básica de la Iglesia, en la actualidad, no es disminuir o quitar prescripciones, o hacer más fácil esto o aquello, sino salir a la calle a buscar a la gente, a conocer a las personas por su nombre»[iv]. La atención que Bergoglio presta a las parroquias de Buenos Aires en sus años argentinos la encontramos amplificada cuando es elegido Papa de la Iglesia universal. La reflexión del Papa Francisco al respecto se mueve en la tensión entre dos polos, el de una comprobada insuficiencia misionera y el valor que atribuye a la parroquia como tal. 

 En la primera exhortación apostólica, la Evangelii Gaudium, escrita junto con Benedicto XVI, Francisco muestra que no se resigna a aceptar que la parroquia sea «una estructura caduca». Citando la exhortación apostólica de Wojtyla Christifideles laici, confirma que ella «seguirá siendo la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas» (CL 26) La parroquia de Bergoglio remite, como se puede ver, a la idea de morada doméstica, donde los habitantes encuentran atención y acogida en las diferentes circunstancias de mayor o menor necesidad material. «El lugar donde los ministerios y carismas de todos los fieles laicos, esenciales para la vida de la Iglesia, pueden ser valorizados. Ella no es principalmente una estructura, un territorio, un edificio, una comunidad de personas que cumplen un cierto número de funciones sociales. Es, sobre todo, la familia de Dios, fraternidad que tiene una sola alma, una casa de familia, fraterna y acogedora; es la comunidad de los fieles».

Para Bergoglio, la parroquia es el núcleo primordial de la estructura de la Iglesia, cuyo valor perdura hasta nuestros días y no ha sido superado por otras formas de presencia territorial que se propongan evangelizar las ciudades de los hombres. En ella, como veremos más adelante, incluso los movimientos eclesiales que nacieron después del Concilio, así como las asociaciones más tradicionales y aún las prelaturas, encuentran su razón de ser y el espacio para su misión en los ambientes más secularizados a los cuales los orientan sus respectivos carismas. En la misma exhortación post sinodal citada por el Papa argentino, Juan Pablo II introduce la etimología de la palabra “parroquia” que Bergoglio asume literalmente y propone en una catequesis impartida a los alumnos de un colegio secundario de Buenos Aires, señalando la derivación griega de “parroquia”, cuya terminación alude a la “oika”, la “casa”[v]. En esa clave, la parroquia adquiere el carácter de una comunidad de fieles que no solo camina en un espacio geográfico determinado, sino también en un contexto humano concreto, con características específicas según el lugar y el tiempo. Con tales premisas magistrales no sorprende que el 27 de julio de 2016, cuando dialoga con los obispos polacos en la catedral del Cracovia, Bergoglio haga un verdadero elogio de la parroquia, volviendo a proponerla como el lugar más favorable para que florezca la obra apostólica confiada a la Iglesia: la celebración de los sacramentos, la lectura del Evangelio, la catequesis, el oratorio, la caridad y las obras para los pobres y los necesitados; en fin, el ámbito territorial donde puede tener lugar el “cuerpo a cuerpo” de la vida con la propuesta redentora de la Iglesia de Dios. Un precedente relativamente cercano en el tiempo nos lleva a la V Conferencia general del episcopado latinoamericano en Aparecida, que inauguró Benedicto XVI el 13 de mayo de 2007 y concluyó Bergoglio una semana después, completando la redacción del documento final[vi]. El texto dedica a la parroquia varias proposiciones de inspiración “bergogliana”: “células viva de la Iglesia (170)”, “lugar privilegiado donde la mayoría de los fieles tiene una experiencia concreta de Cristo y de la comunión eclesial (170)”, “red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión (172)”, “comunidad de comunidades” (99). Hasta definir el objetivo último de una parroquia: “Cada parroquia debe llegar a concretar en signos solidarios su compromiso social en los diversos ambientes en que ella se mueve, con toda la imaginación de la caridad (176)”. Hospital de Campaña Para introducir en una exploración más profunda de la parroquia según Bergoglio y de la “villera” en particular, como la traducción que mejor la ejemplifica, resulta de gran utilidad una de las primeras entrevistas del pontificado, que el Papa Francisco concedió solo cuatro meses después de ser elegido. 

Allí Bergoglio-Papa usó una expresión que dio la vuelta al mundo. En el coloquio de seis horas que tuvo lugar los días 19, 23 y 29 de agosto de 2014, Francisco trazó un identikit inédito de sí mismo, refiriéndose incluso a sus preferencias artísticas. En las respuestas el Papa analiza el rol de la Iglesia en la actualidad y señala las que según su manera de ver deben ser las prioridades de la acción pastoral. En un momento de la entrevista, retomando la pregunta del entrevistador habla de la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla. La respuesta que dio en esa oportunidad al director de «Civiltà Cattolica», el jesuita Antonio Spadaro, merece ser citada de manera completa. «Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad». Y aquí introduce la feliz expresión: «Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido grave si tiene alto el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental»[vii]. La expresión “hospital de campaña” vuelve en septiembre de 2014 en un contexto diferente, un congreso internacional sobre uno de los principales documentos del Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, la cuarta constitución apostólica promulgada por el Papa Pablo VI. En esa oportunidad el Papa Bergoglio advirtió a los presentes que no llenaran la Iglesia de reglas que alejan a la gente. «Tendremos todo claro, todo ordenado, pero el pueblo creyente y en búsqueda continuará a tener hambre y sed de Dios», y la humanidad herida y sufriente buscará alivio en otra parte. Entonces vuelve a proponer la imagen de una Iglesia hospital de campaña que se hace cercana y próxima a la gente [viii]. En un importante discurso al clero de la diócesis de Roma, reunido al comienzo de la cuaresma en 2014, el Papa se refirió de nuevo a la Iglesia como hospital de campaña, asociándola esta vez a la vocación sacerdotal propia del auditorio que lo escuchaba. Recordó a los presentes que el sacerdote está llamado «a tener un corazón que se conmueve» porque «los sacerdotes “fríos”, los “de laboratorio”, todo limpio, todo prolijo, no ayudan a la Iglesia» y allí propone una vez más la idea de Iglesia como “hospital de campaña” [ix]. 

 La misma expresión se vuelve a encontrar en la carta de agradecimiento que el Papa Francisco envió el 1 de junio de 2016 a sor Dorina Tadiello, superiora provincial en Italia de las Misioneras combonianas y autora del libro Matteo Lukwiya, el médico que murió de ébola en Uganda en el año 2000: «Sean el hospital de campaña más cercano para los abandonados de nuestro tiempo»[x]. También aparece en un discurso improvisado a los representantes del Movimiento de Focolares – una realidad de origen extra parroquial – que en ese caso utiliza para señalar una característica de la institucionalidad de la Iglesia fundada en Cristo. Si la Iglesia «es un hospital de campaña» - dijo ante 500 participantes de la Asamblea general del Movimiento fundado por Chiara Lubich - «no tenemos derecho a reflexiones bizantinas» porque «lo primero es curar las heridas, no medir el colesterol»[xi]. Para el Papa, precisamente esa cualidad de la Iglesia de ser «un hospital de campaña que cura las heridas del corazón, abre las puertas y libera», que afirma «que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre…» es lo que distingue una realidad eclesial de una ONG, «poderosa pero no evangélica, porque le falta ese espíritu, esa pobreza, esa fuerza para curar». ¿De dónde viene esa expresión “hospital de campaña”, tan característica del pontificado de Bergoglio? ¿Cuál es su origen? Después de pasar por el cedazo todos los textos del futuro Pontífice, parece inevitable llegar a la conclusión de que Francisco acuñó la frase después de ser elegido Papa. En las homilías u ocasiones públicas en las que habló Bergoglio anteriormente, como auxiliar o como arzobispo, no hay rastros. La formulación lexical que dio en la entrevista a La Civiltá Cattolica, por lo tanto, se puede considerar – salvo desmentidas de una investigación más minuciosa – como una primicia del pontificado. Un eco posterior se encuentra en un documento de los sacerdotes de las villas miseria del 11 de mayo de 2016, escrito en ocasión del 42º aniversario de la muerte de su precursor, el padre Carlos Mugica. Los sacerdotes afirman que son “continuadores del equipo de Carlos Mugica” y en el sexto de los diez puntos del manifiesto redactado para dicho aniversario los firmantes declaran que “Entendemos nuestras parroquias como hospitales de campaña” y quieren ser “comunidades que se organizan en torno a la misericordia”[xii]. Sacerdote en un “Hospital de Campaña” Gustavo Carrara es uno de los curas villeros que más visitaba Bergoglio cuando era párroco en la villa de emergencia 11-14, una zona de la Capital denominada Bajo Flores. Bergoglio lo ordenó sacerdote en 1998 y él mismo, siendo Papa, lo elevó al rango de Obispo auxiliar de Buenos Aires casi veinte años después: el primer obispo villero en la historia de los sucesores de Carlos Mugica. Carrara cura las “heridas” más básicas de sus parroquianos, una cualidad que Bergoglio siempre ha valorado. La parroquia de Carrara, Santa María Madre del Pueblo, se encuentra cerca del estadio “Pedro Bidegain” del Club Atlético San Lorenzo de Almagro, el equipo del corazón del joven Bergoglio. 

El origen de la villa miseria de la que proviene la mayor parte de la población de la parroquia es la fusión de tres zonas marginales: Bajo Flores, 9 de Julio y 25 de Mayo, a las que después se asignaron los burocráticos números 1, 11 y 14. Originalmente surgieron en tierras bajas que se inundaban – y se siguen inundando - con facilidad, a donde llegaban los camiones para descargar basura y escombros. Como sucedió con la mayoría de las aglomeraciones urbanas que crecieron con la inmigración desde las provincias del interior hacia la Capital, estos asentamientos se expandieron durante la crisis económica argentina y mundial de 1930, que obligó también a paraguayos, bolivianos y peruanos a cruzar la frontera. Es la villa miseria más grande de Buenos Aires, con una población de 30.000 habitantes, compuesta sobre todo por cartoneros (gente que recoge papel y cartón en las calles), obreros de la construcción no especializados, mujeres de servicio doméstico, enfermeros, desocupados y pequeños comerciantes de barrio. Algunos viven allí desde hace más de veinte años y todavía llevan grabado en la memoria el año que marca un antes y un después: 1976. Fue cuando los camiones trasladaron a la mayoría de los ocupantes hacia el Gran Buenos Aires, los bulldozer demolieron todo y llegó la noche y el miedo. Por eso los actuales habitantes hablan de una “primera villa” y una “segunda villa” que nació después de 1984, cuando la gente volvió al lugar del que había sido expulsada. Gustavo Carrara, con estudios de teología y 20 años en las villas, cuenta que Bergoglio siempre fue un aliado: «Se alegraba de que en algunas situaciones, como las parroquias de las villas, la Iglesia fuera lo que hoy llama “hospital de campaña”, donde se ocupaban de la fragilidad del pueblo. Recuerdo que hablaba de un obispo que para él era un ejemplo, santo Toribio de Mongrovejo, que pasaba poco tiempo en su sede arzobispal de Lima y desarrolló la mayor parte de su ministerio episcopal recorriendo a lo largo y a lo ancho la extensísima diócesis que tenía a su cargo». 

Durante los 25 años (1581-1606) que fue arzobispo de Lima, santo Toribio de Mongrovejo realizó tres visitas completas a su extensísima diócesis, recorriendo a pie o a lomo de mula más de 20.000 kilómetros y asumiendo la responsabilidad de 930.000 fieles[xiii]. Carrara cita una respuesta de Bergoglio que considera representativa de su concepto de parroquia en la villa como hospital de campaña. «Recuerdo cuando nos propusimos empezar a trabajar con los chicos de la calle que se drogaban. Era el mes de septiembre de 2010. Estábamos buscando un lugar en el barrio Charrúa donde pudiéramos concentrar diversas actividades y empezar a construir la casa de acogida para ellos. Por eso, cuando caminábamos por la villa prestábamos atención a los inmuebles que podían servirnos, y un día notamos una fábrica de productos electrónicos – se llamaba “Plaquetodo” – que habían puesto en venta. Acordamos un encuentro con el propietario, le expliqué lo que queríamos hacer y que la construcción nos parecía apropiada para nuestro propósito. Él escuchó atentamente, se interesó en el proyecto y después nos dijo cuánto pedía. Me pareció inaccesible, pero para no cerrar las puertas en ese momento, le pedí tiempo y le dije que en diciembre le daría una respuesta. Al día siguiente llamé a monseñor Bergoglio. Le conté sobre la fábrica, le dije que me parecía apropiada, que podíamos trasladar allí algunos talleres y que la planta baja podía servir para empezar a trabajar con los chicos de la calle de los que habíamos hablado. Esa misma semana me llamó para decirme que había encontrado el dinero para comprar el inmueble»[xiv]. El 27 de marzo Bergoglio inauguró el nuevo edificio donde hoy se dictan cursos de electricidad, soldadura, carpintería, costura y diseño, y se reciben y albergan toxicodependientes que quieren dejar el consumo de drogas. «Aquí pueden aprender un oficio, dejar la droga y construir su vida sobre una roca firme», dijo Bergoglio durante la inauguración. «Porque de la droga se puede salir y la fuerza y la dignidad para salir, la da el trabajo». Ofrecer ayuda para salir de la trampa de la droga y actuar en la prevención son los dos ejes del trabajo de Carrara. «Para nosotros prevención es que la gente tenga oportunidades concretas para vivir bien. Por eso apuntamos a los centros para la primera infancia, las guarderías para niños, las escuelas primarias y secundarias, los clubes de barrio y todo lo que puede formar líderes positivos. Si vivís en la calle y te abordan adultos con propuestas negativas, alguien tiene que abordarte con una propuesta positiva factible y cercana. Bergoglio nos alentaba a recuperar el control del patio, así como en el fútbol es fundamental no perder el control del centro de la cancha»[xv]. 

 *Colaboración de Andrea Bonzo 
 Traducción del italiano de Inés Giménez Pecci 
 NOTAS: [i] El último censo nacional realizado en 2010 calcula para Buenos Aires una población de 3.063.728 residentes (2017) con una proyección para 2018 de apenas cinco mil “bonaerenses” más (3.068.043), y para 2020 siete mil más (3.075.167), lo que permite hablar de una población fundamentalmente estable, con una diferencia entre mortalidad y nacimientos, emigración e inmigración tendiente al equilibrio. Con el cinturón que la rodea, lo que se denomina Gran Buenos Aires, el número de habitantes del casco urbano de la metrópolis argentina se duplica. [ii] Fuente AICA Agencia Informativa Católica Argentina. [iii] El Papa Francisco: Conversaciones con Jorge Bergoglio. Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti. Ediciones B. Barcelona 2013. También en El Jesuita. La historia de Francisco, el Papa argentino, Vergara, Buenos Aires 2013, p 76. [iv] Ibíd. El Papa Francisco: Conversaciones con Jorge Bergoglio, pag.75. [v] Jorge Mario Bergoglio: «Paroika significa etimológicamente “el tiempo de estadía o residencia”. El verbo paroikein significa: “habitar cerca de, junto a, al lado de, estar provisoriamente, estar de paso, peregrinar”. Paroikaos es “el extranjero domiciliado”. Muchos autores cristianos utilizan el verbo parokein para dar la idea de una presencia pasajera de los cristianos en el mundo». [vi] V Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo, Aparecida, 13-31 de mayo de 2007. [vii] Antonio Spadaro, Entrevista al Papa Francisco. La Civiltà Cattolica, Año 164 nº 3918, Roma 19 de septiembre de 2013, p. 449-477. [viii] Encuentro Internacional “El proyecto pastoral de Evangelii Gaudium”, Roma, 19 de septiembre de 2014. [ix]Encuentro con el clero de la diócesis de Roma, Aula Pablo VI, 6 de febrero de 2014. [x] Dorina Tadiello, Matthew Lukwiya, un medico martire di ebola, Editrice Missionaria Italiana, Verona, 2015. [xi] Discurso improvisado durante la audiencia a los 500 participantes de la Asamblea general del Movimiento de Focolares, Ciudad del Vaticano, 14 de junio de 2017. [xii] 42º Aniversario del martirio del padre Carlos Mugica, Identidad y compromiso como curas villeros de Capital Federal y Gran Buenos Aires, 11 de mayo de 2016 [xiii] Aciprensa.com/wiki/Santo_Toribio_de_Mogrovejo_(II) [xiv] Declaraciones del 8 de enero de 2016. [xv] Ibíd. Declaraciones… 


CINCO AÑOS DE PONTIFICADO (II) 
LOS PILARES FUNDAMENTALES DE LA PARROQUIA “VILLERA” DE BERGOGLIO: SACRAMENTOS Y PROMOCIÓN HUMANA

 La parroquia “villera” de Bergoglio tiene dos pilares fundamentales: la sacramentalidad y una fuerte implicación de los sacerdotes con las necesidades primarias de la población que reside en su territorio, reconducibles, con una fórmula frecuentemente usada por el Papa, a “Techo, Tierra y Trabajo”. El acrónimo forma una triple “T”, con la cual se suele designar de manera sintética el programa de acción de los Movimientos Populares, convocados por el Papa Francisco en varias oportunidades durante su pontificado. 

 En la parroquia villera las tres “T” se reemplazan simbólicamente por tres “C”, que corresponden a las iniciales de Capilla, Colegio y Club. El juego analógico entre 3T y 3C para señalar otras tantas emergencias propias del territorio de una villa miseria, lo propuso el sacerdote Gustavo Carrara hablando a un auditorio de docentes y alumnos del Instituto Pio IX de Buenos Aires. «Así como el Papa Francisco plantea las tres “T” - Tierra, Techo y Trabajo - como camino para que un pueblo pueda vivir bien, análogamente podríamos plantearnos las tres “C” - Capilla, Colegio y Club - como espacios sanos y dichosos que ayuden a los adolescentes y jóvenes a no quedar expuestos a la droga, las armas y la violencia, en los llamados territorios calientes»[i]. 

 Carrara hizo notar que en las villas de la metrópolis capital el 43 por ciento de los habitantes tiene menos de 17 años y luego citó una carta pastoral de Bergoglio escrita en 2005 y dedicada a la infancia y adolescencia en situación de riesgo. El entonces cardenal de Buenos Aires señalaba que la escuela es el principal instrumento de inclusión. «Quienes dejan la escuela pierden toda esperanza ya que la escuela es el lugar donde los chicos pueden elaborar un proyecto de vida y empezar a formar su identidad»[ii]. 

En la carta pastoral Bergoglio hacía notar que «en la actualidad, la deserción escolar no suele dar lugar al ingreso a un trabajo sino que lleva al joven al terreno de la exclusión social: la deserción escolar parece significar el reclutamiento, especialmente de los adolescentes, a un mundo en el que aumenta su vulnerabilidad en relación a la violencia urbana, al abuso y a la adicción a las drogas o al alcohol». Por eso puso el acento en el colegio – la segunda “C” del acrónimo – como un instrumento de ese hospital de campaña que en las villas miseria es la parroquia, tal como la entiende Bergoglio: «Si bien la escuela no logra evitar estos problemas, la misma parece constituir la última frontera en que el Estado, las familias y los adultos se hacen cargo de los jóvenes, en la que funcionan, a veces a duras penas, valores y normas vinculados a la humanidad y la ciudadanía y en la que el futuro todavía no ha muerto». 

 Inspirándose en el principio “bergogliano” de «acoger la vida así como es y acompañarla cuerpo a cuerpo» Carrara vuelve a proponer la imagen de la parroquia como “casa” y “familia”. «Muchas veces nos encontramos un chico, una chica, consumiendo paco en un pasillo, tirado en la calle. En primer lugar es un problema de consumo». Pero la mirada, insistía Carrara, no se puede detener en la superficie. «Mirando un poco más en profundidad, vemos que hay un problema de exclusión social grave: tuberculosis, falta de escuela, estudios sin terminar, nula capacitación laboral, viviendo en la calle».

 En la conferencia a los profesores, Carrara anima a dar un paso más, un paso que no registran las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC): «Mirando más en profundidad descubrimos una orfandad de vínculos, una orfandad de amor y un profundo deseo de tener hogar, de tener familia, de tener casa. Entonces nos planteamos la capilla o las instituciones como familia extendida, donde los chicos que vamos acompañando puedan decir realmente: esta es mi familia, esta es mi casa, este es mi hogar. En esto nos tiene que urgir el tiempo y tenemos que salir ya[iii]». En base a su propia experiencia en la villa miseria, Carrara puso de relieve la importancia de «algo tan elemental como que un adolescente pueda y se sienta escuchado realmente». El sacerdote destacó por fin el valor sanador ínsito en esa actitud, que «baja notablemente los niveles de violencia que a veces vemos entre los adolescentes y jóvenes. Si los escucháramos más, si los escucháramos en serio, encontraríamos una llave para muchas cosas». El que te “primerea” «La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esta apertura es tener templos con puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas»[iv]. 

Tal vez cuando escribía estas palabras Bergoglio estaba experimentando la misma moción del espíritu que el 21 de septiembre de 1953, día de la primavera, lo llevó a cruzar las puertas abiertas de la parroquia de San José, en el barrio de Flores, a pocos metros de su casa paterna, acercarse al confesionario que se encuentra a la izquierda del altar y arrodillarse con el oído contra la rejilla. Del otro lado de la lámina perforada lo escuchaba un sacerdote que él no conocía. «En esa confesión me pasó algo raro, no sé qué fue, pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja». La puerta de la iglesia abierta y la guardia baja fue el preludio de un viraje radical en la vida del joven de diecisiete años a quien la vida le reservaba tantas otras vueltas. «Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro, me di cuenta de que me estaban esperando» dirá cincuenta años después a los entrevistadores de “El Jesuita”. «Desde ese momento, para mí, Dios es el que te “primerea”[v]». 

La invitación a tener abiertas las puertas de las iglesias vuelve muchas veces en las exhortaciones de Bergoglio-Papa, que después traslada la atención de las puertas del edificio parroquial a otras puertas que tampoco deberían estar cerradas. «Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera»(E.G. 47). Entre todas las puertas sacramentales que debe poder cruzar un creyente en cualquier momento de la vida, hay una que Bergoglio, como obispo y como Papa, siempre quiso que estuviera abierta de par en par: la del Bautismo. El sacramento más popular de todos los que pone a disposición la Iglesia para el camino del pueblo cristiano. «Al Dios trino y uno, nuestro pueblo lo vive como un Dios bautismal y bautizador» dice Bergoglio a principios de 2005 en Roma, durante la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina de la que había sido nombrado asesor por Juan Pablo II. «Un Dios en el que uno fue sumergido de niño y en el cual vivimos, nos movemos y existimos»[vi], agrega parafraseando a San Pablo, el apóstol de las gentes. Un Dios que los pobres encuentran ante todo en el bautismo, como observa el actual Gran Canciller de la Universidad Católica Argentina nombrado por Bergoglio, Víctor Manuel Fernández: «En los países católicos, los pobres sienten generalmente un profundo afecto por el bautismo, y si bien no están en condiciones de explicar la doctrina al respecto, creen firmemente que lo que sucede durante el bautismo es muy importante, y por lo tanto es necesario bautizar a sus hijos» [vii]. …”Y ahora no me van a decir que no tiene Padre” El bautismo es el sacramento más popular y requerido por los habitantes de las villas miseria. «En las familias humildes» explica Fernando Ortiz, un sacerdote de Buenos Aires que durante nueve años acompañó peregrinaciones marianas por América Latina y actualmente desarrolla su ministerio en la diócesis argentina de Jujuy, «esto se acentúa porque sin poderle dar a los hijos otras cosas importantes para la vida, se les busca dar ésta que es la primordial»[viii]. 

Ortiz, que reconoce al sacerdote argentino Lucio Gera como el inspirador de la idea que lo impulsó en estos años, fue protagonista de una peregrinación que comenzó el 12 de diciembre de 1992 en la basílica nacional de Luján, a unos sesenta kilómetros de Buenos Aires, y todavía no ha terminado después de 25 años de hacer “estaciones” en diversos países del continente, llevando en andas la imagen más famosa de América, la Virgen de Guadalupe[ix]. El mismo Bergoglio siendo arzobispo de Buenos Aires dio comienzo al largo itinerario de la Morenita del Tepeyac, como la llaman los mexicanos, por los caminos de América Latina[x]. 

 Para explicar la elevada consideración incluso social que las comunidades más indigentes nutren por el sacramento del Bautismo, el obispo Gustavo Carrara recuerda el relato de un sacerdote. «Una vez estaba en una villa donde iba a veces a celebrar misa; una señora soltera había tenido un hijo y las vecinas la cargaban: “Tu hijo no tiene padre”. Para el mundo de la villa que le digan a uno que el hijo no tiene padre es muy ofensivo. Esto a la mujer le hacía mal, la amargaba que las vecinas le tomaran el pelo con que el chico no tenía padre. Lo llevó a bautizar, y apenas se terminó de bautizar les decía a las vecinas: “y ahora no me van a decir que no tiene padre”... Yo ahí me di cuenta lo que podía significar decirle a una madre, “mirá, tu hijo está al amparo de Dios”»[xi]. 

 Sergio Zalba, quien durante años fue coordinador del Servicio Social de San Cayetano, el santuario argentino “del pan y el trabajo” que Bergoglio visitaba asiduamente, considera que «la solicitud de bautizar a los hijos sea la más importante de las expresiones de religiosidad popular que se expresan en los ámbitos parroquiales»[xii]. En la mayoría de estos pedidos se pone de manifiesto una valoración tan profunda de la vida religiosa, de la dignidad humana y del sentido de la vida, que requiere en los operadores pastorales una verdadera sintonía con el catolicismo popular. La petición del bautismo contiene «la intuición honda del pueblo creyente de que Dios tiene que ver con la vida y la vida tiene que ver con Dios», comenta Carrara. 

 Bautismo en la Villa: Modo de Empleo Es por eso que nada ni nadie debe interponerse en la administración de este sacramento, sobre todo en situaciones donde los documentos de identidad escasean, las convivencias raramente terminan en matrimonio, las separaciones son más una regla que una excepción y los registros parroquiales prácticamente no existen o están incompletos. Y por eso Bergoglio impartía instrucciones a los párrocos de la Capital para que se simplificaran los requisitos solicitados a las familias para el bautismo de sus hijos. En 2002 Bergoglio acababa de ser nombrado cardenal y ya era primado de Argentina. En aquel momento se publicaron unas “Indicaciones” destinadas a los párrocos de la Capital con el propósito de homologar la praxis vigente y establecer una disciplina común para la administración del sacramento. En el texto se recomienda vivamente bautizar tanto a los niños como a los adultos, y se explica la manera de superar las dificultades para la celebración del rito[xiii]. El documento tiene fecha del 8 de octubre y comienza con la firma de Bergoglio en su calidad de arzobispo de Buenos Aires, seguida por la de quince obispos del territorio de su jurisdicción, incluyendo los seis auxiliares de la Capital. La orientación general que se deduce del texto refleja la preocupación de Bergoglio por facilitar la administración del bautismo adoptando lo que se denomina “praxis transitoria” «cuyo objetivo es evitar que se difiera indefinidamente o que se impida el Bautismo en razón de los padrinos». La transitoriedad a la que se refiere las Indicaciones adquirió luego carácter definitivo con la práctica continua de los años posteriores. Pero en aquel momento, quizás para prevenir las objeciones de carácter doctrinal, se consideró oportuno afirmar que, «mientras se lleva a cabo tal educación acerca de la misión de los padrinos, las insuficiencias que éstos presenten tendrán que ser suplidas por el dinamismo evangelizador y catequístico de la comunidad cristiana parroquial, a la que le corresponderá suplir cuanto falte». 

 La razón de ser de las indicaciones pastorales para el bautismo se fundaba en la observación de que «en los sectores sociales más humildes y particularmente en los casos de migrantes y de madres solteras, se hallan graves dificultades para conseguir padrinos y que en algunos casos, por un pudor natural, [los padres o quien actúa en su reemplazo] no suelen manifestarlo con facilidad. De hecho, muchos Bautismos son diferidos y a veces por muchos años, por no conseguir padrinos o que aquellos cumplan con los requisitos exigidos». Una de las recomendaciones que se hacen en las “Indicaciones pastorales para el bautismo de niños” tenía como propósito contrarrestar una especie de inhibición de los “padrinos” cuyo perfil no era precisamente irreprensible, como ocurre con la mayoría de los candidatos que viven en las villas de emergencia de la Capital o en sectores marginales. Para superar las dudas sobre la calidad moral de los padrinos, el documento dice: «En aquellas situaciones en las que los padres ya han elegido como padrinos a personas que no reúnen las condiciones pedidas por la Iglesia el Párroco debe actuar con extrema delicadeza, paciencia, caridad pastoral, de manera tal que esta circunstancia nunca derive en una postergación indefinida o negación del Bautismo solicitado». 

En los casos más serios de “pública incongruencia de la vida del padrino con la fe, para evitar la no administración del Bautismo, el candidato propuesto será aceptado como testigo, como acontece con los cristianos no católicos”. Las indicaciones pastorales para el bautismo del año 2002, siempre con el objetivo general de facilitar la administración de ese sacramento primordial y fundante tan sentido en los sectores más humildes de la sociedad - «No podemos ser dueños de la Gracia de Dios», decía Bergoglio – tiende también a eliminar cierta rigidez que podía haber para los bautismos solicitados en parroquias que no son las del bautizado o sus familiares: «En nuestras diócesis no se exigirán permisos o pases entre parroquias para la realización de Bautismos», dice la Instrucción. La movilidad de una parroquia a otra se admite prácticamente sin excepción y sin necesidad de permisos ni del responsable de la parroquia de residencia ni el de la parroquia o capilla donde se solicita ser bautizado. También hay una simplificación notable en lo que respecta a la preparación bautismal, que pese a quedar a discreción de la parroquia, a veces exige la asistencia a cursos en días y horas que desalientan a la familia, sobre todo cuando esta vive en asentamientos marginales de tantas periferias urbanas donde la movilidad no resulta fácil. El obstáculo se supera con la homilía del sacerdote durante la celebración bautismal como un momento mínimo pero suficiente de preparación para el sacramento. Se recomienda, sobre todo en estos casos, que el sacerdote acompañe a las familias después del bautismo visitando las casas, yendo a bendecirlas de tanto en tanto, celebrando la misa para el aniversario del bautismo, convocando anualmente a los bautizados, apoyando lo que se conoce como misión o Círculos de la Virgen, con mensajes para la Pascua, Navidad o las Fiestas Patronales, invitando a participar en actividades o instituciones de la parroquia, etc. Todas cosas que, como veremos, ya son habituales para los sacerdotes de las villas miseria. De una Iglesia que Regula el Bautismo a una que lo Facilita Siete años después de las indicaciones pastorales impartidas en 2002, la arquidiócesis de Buenos Aires pone en marcha una nueva campaña pro bautismos en las parroquias de la Capital que deben, según las disposiciones de Bergoglio, hacer todo lo posible para “facilitar” el acercamiento al bautismo de quienes lo soliciten. El único requisito que se pide es que sea requerido por los padres conocidos del niño. Con este propósito se distribuye un cuadernillo titulado “El bautismo en clave misionera” a cerca de cuatrocientos sacerdotes de Buenos Aires. La introducción del texto preparado por el Vicariato de Pastoral de la arquidiócesis en abril de 2009 «no lleva firma, pero es atribuida al cardenal Bergoglio» afirma la periodista Silvina Premat en el diario La Nación[xiv]. En la misma introducción se pide – con un estilo bien conocido y que remite al Papa Francisco - «revisar la vida interna de la Iglesia para salir hacia el pueblo fiel de Dios» y «pasar de una Iglesia “reguladora de la fe” a una iglesia “transmisora” y “facilitadora” de la fe». Se recomienda a los sacerdotes que «arbitren los medios para que ningún padre se retire [de la secretaría parroquial] con la idea de que se niega el bautismo a su hijo». Y se recuerda que no son una objeción las uniones civiles, los padres separados, las madres solteras o los hijos en trámite de adopción. «No importa ninguna circunstancia de los padres que podríamos ver con un matiz moral. Si los padres tienen libreta de casamiento está bien, pero si no la tienen, también» aclara el sacerdote Alejandro Russo, juez del Tribunal eclesiástico de Buenos Aires. «Hay que tratar todos los problemas con criterio pastoral [vale decir hablando con las personas] y no jurídicamente». Ni siquiera hace falta, como antes, demasiadas garantías sobre la experiencia religiosa de los padrinos. Del “padrinazgo” en la celebración del sacramento solo queda excluido un no católico. «Porque el significado del “padrinazgo” es la educación en la fe y no solo la transmisión de valores humanos» explica el mismo Russo, que en ese momento trabajaba como colaborador directo de Bergoglio, y agrega que «si el padrino es un católico separado y vuelto a casar, se lo acepta e inscribe con la figura del testigo, que a los fines del bautismo, es igual a la del padrino». 

 Tampoco las familias divididas deben ser una objeción para la administración del bautismo. Bergoglio mismo defiende la decisión argumentando que «el niño no tiene ninguna responsabilidad por la situación matrimonial de sus padres. El bautismo de los niños puede así convertirse en un nuevo comienzo para los padres». E incluso aquello que es reprobable, puede convertirse en una oportunidad para comenzar un camino de renovación en sentido cristiano de la vida del padre y de la madre que llevan a su hijo a la fuente bautismal. Bergoglio cuenta que él mismo bautizó siete hijos de una mujer sola, una pobre viuda que trabajaba como empleada de servicio doméstico y los había tenido con dos hombres diferentes. «Yo la había conocido el año pasado en la fiesta de San Cayetano. Me había dicho: padre, estoy en pecado mortal, tengo siete hijos y nunca los he bautizado. Había llegado a esta situación porque no tenía dinero para que vinieran los padrinos que estaban lejos, o para pagar la fiesta, porque siempre tenía que trabajar... Le propuse que nos viéramos para hablar de ello. Nos hablamos por teléfono, vino a verme, me decía que nunca conseguía encontrar a todos los padrinos y juntarlos... Al final le dije: vamos a hacerlo con solo dos padrinos, que representarán a los otros. Así que vinieron todos y tras una pequeña catequesis los bauticé en la capilla del arzobispado. Después de la ceremonia hicimos un pequeño refresco. Una coca cola y bocadillos. Ella me dijo: padre, no me lo puedo creer, usted hace que me sienta importante... Yo le respondí: señora, yo no tengo nada que ver en esto, es Jesús quien hace que sea usted importante»[xv].

 Resulta muy evidente que el criterio del Papa Bergoglio en su primera encíclica de puño y letra, la Evangelii Gaudium, concuerda con la experiencia que él observó en las villas miseria de Buenos Aires, y era lo que le hacía decir, y decidir, que se debía facilitar el bautismo. La palabra bautismo se repite en 8 puntos de la exhortación apostólica, haciendo referencias concretas a «personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe» (14). Para afirmar que «Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden formar parte de la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es “la puerta”, el Bautismo» (47). «Como arzobispo ponía el acento en cosas que hoy volvemos a encontrar en la Evangelii Gaudium» confirma el obispo Gustavo Carrara. «Después, a veces las generalizaba, por ejemplo a nivel de arquidiócesis, como en el caso del bautismo». Carrara cuenta que fue testigo de recomendaciones apremiantes de Bergoglio en el sentido de «facilitar el Bautismo, acercarlo a la gente… era algo que veía con claridad en las villas y se alegraba de los bautismos populares. Su estrella polar era la afirmación del primado de la Gracia y de la Misericordia[xvi]». Jamás Hay que Negar el Bautismo a Quien lo Pide” En una famosa homilía del 3 de septiembre de 2012 en la clausura de un encuentro dedicado a la Pastoral Urbana, el arzobispo de Buenos Aires llamó “hipócritas” a los sacerdotes que se negaban a bautizar a los niños nacidos fuera del matrimonio o cuyos padres no los habían reconocido. En otra oportunidad Bergoglio comentó la figura popular del “bautizador” explicándola en estos términos: «En nuestro país tan extenso, hay muchos pueblitos a los que es difícil llegar, donde el cura puede ir una o dos veces por año. Pero la piedad popular siente que los niños deben ser bautizados lo antes posible, por eso en estos lugares siempre hay un laico o una laica conocidos por todos como bautizadores, que bautizan a los niños cuando nacen, a la espera de que llegue el sacerdote. Cuando éste llega, les da el óleo sagrado, completando la ceremonia». Más adelante, en la misma entrevista, Bergoglio hace una analogía entre el bautizador y un fenómeno que ocurrió en otro contexto geográfico más lejano: «Cuando pienso en esto, me sorprende siempre la historia de esas comunidades cristianas de Japón que estuvieron sin sacerdotes durante más de doscientos años. Cuando llegaron los misioneros los encontraron a todos bautizados, todos estaban casados regularmente por la Iglesia y todos sus difuntos habían sido enterrados cristianamente. Aquellos laicos habían recibido solamente el bautismo, y en virtud de su bautismo habían vivido también su misión apostólica»[xvii]. La posición del cardenal Bergoglio respecto de los bautismos es un punto que los adversarios internos le imputan como un rasgo de poca fiabilidad tanto doctrinal como pastoral. Se sabe que al Vaticano llegaron notas que denuncian su costumbre de bautizar a los niños nacidos fuera del matrimonio y que refieren con cierta indignación los reproches que hacía a quienes se negaban dentro de su arquidiócesis a dar el bautismo a los hijos extramatrimoniales. Como Papa, Bergoglio confirmará en varias oportunidades este criterio. Lo repitió el 26 de abril de 2015, durante la ordenación sacerdotal de 19 diáconos en la Basílica de San Pedro. A los nuevos presbíteros les dijo: «¡Jamás hay que negar el Bautismo a quien lo pide!». El corresponsal de la agencia Aleteia Ary Waldir Ramos Díaz observa en la crónica de la ceremonia desde Roma que sus recomendaciones «son coherentes con sus enseñanzas como arzobispo de Buenos Aires y sus últimos gestos de pastor de la Iglesia católica». Recuerda también que en septiembre de 2012 exigió a los sacerdotes de once diócesis de la región de Buenos Aires que administraran el sacramento del bautismo a todos los niños, tanto si eran fruto de una relación extramatrimonial como hijos de una madre soltera. El 11 de febrero de 2014, en una ceremonia en la Capilla Sixtina, Francisco bautizó a Giulia, una niña de siete meses hija de una pareja italiana casada solo por la ley civil. El hecho de que los padres no estuvieran casados sacramentalmente por la Iglesia no fue un problema para el Papa, quien según las crónicas había aceptado bautizar a la niña tiempo atrás, el 25 de septiembre de 2013, cuando los padres se lo pidieron en una audiencia general de los miércoles. Hay otras situaciones más conflictivas, pero el Papa sostiene el criterio de «no decir nunca que no a los que piden el bautismo», un criterio que antepone la autenticidad y la libertad del pedido al escándalo que la vida pública de los padres puede provocar, tanto si son parejas homosexuales, mafiosos, autócratas, militares acusados de tortura, políticos controvertidos o especuladores bursátiles buitres y sin escrúpulos. La preocupación pastoral de Bergoglio por la mayor difusión posible del sacramento ha encontrado una sintonía convencida en los sacerdotes que viven en las zonas más populares de la capital argentina. En efecto, es típico de los curas de las villas miseria favorecer el bautismo de manera masiva, al estilo de los primeros jesuitas que dieron vida a las reducciones a lo largo del río Paraná. «Solo el padre Alonso de Barzana bautizó en esta provincia de Tucumán más de 20.000 personas, habiéndolas él catequizado primero por muchos días»[xviii] cita el obispo Carrara al padre Cayetano Bruno en un artículo de la revista Vida Pastoral de la que es colaborador. El gran bautizador de indios, como conocían sus hermanos al padre Alonso de Barzana – continúa diciendo el historiador y académico de Córdoba Cayetano Bruno – «viejo de más de setenta y dos años, sin dientes ni muelas, con suma pobreza, con suma y profundísima humildad…», bautizaba «con tantas ansias de traerlos a Dios que parece le revienta el corazón, y desde la mañana a la noche no pierde un momento ocioso»[xix]. Tal como hacen los sacerdotes de las villas miseria donde viven. El Registro de bautismos de la parroquia San Juan Bosco, que abarca cuatro villas del cinturón de Buenos Aires, desde que es párroco el padre José María di Paola ha crecido con tanta velocidad que de las pocas páginas de 2012 ha pasado a más de trescientos bautismos en 2017. «En 2016 fueron más de 500 y aumentan todos los años», confirma Guillermo Torres, quien desde 1999 es párroco de la villa que fundó Carlos Mugica, la Villa 31, en el centro de Buenos Aires. Gustavo Carrara también corroboró un incremento análogo en la Villa 1-11-14 de Bajo Flores; por otra parte, el obispo advirtió que los incrementos se deben considerar también a la luz del crecimiento de la población de las villas en los últimos años, como demuestra un reciente informe[xx]. Ese mismo informe registra un dato que cita Mons. Carrara, y que idealmente cierra el círculo de la cuestión de los bautismos en las villas: por primera vez el número de nacidos en las villas – y por ende de los bautizados – ha sido superior al de la población inmigrada. * Con la colaboración de Andrea Bonzo Traducción del italiano de Inés Giménez Pecci NOTAS: [i] Gustavo Carrara, Adolescentes y jóvenes y el mundo adulto en las barriadas en la zona metropolitana de Buenos Aires (droga, armas, violencia). Mirada integral de la realidad. Territorios calientes. Propuestas positivas. Jornadas: “No más chicos descartables. Construyendo esperanza”, Buenos Aires 2017 [ii] Card. Jorge Mario Bergoglio S. J., Carta pastoral sobre la niñez y adolescencia en riesgo, Buenos Aires, 1° de octubre de 2005 [iii] G. Carrara, Adolescentes y jóvenes y el mundo adulto... op. cit. [iv] Evangelii Gaudium n.47 [v] Sergio Rubín, Francesca Ambrogetti, El Jesuita, Vergara, Buenos Aires 2010. p.45 [vi] J. M. Bergoglio, La homilía dominical en América Latina, Intervención en la Asamblea Plenaria de la Comisión para América Latina, Roma 19-01-2005 [vii] Víctor Manuel Fernández, El programa del papa Francisco. ¿Adónde nos quiere llevar?, San Pablo, Buenos Aires, 2014. [viii] F. Ortiz, Encuentro nacional de santuarios, Buenos Aires, 2005 [ix] La Nación, Con la imagen de Guadalupe buscan revalorizar la religiosidad popular, viernes 1 de diciembre de 2000. También: José Ignacio López, Una plegaria de ocho años, La Nación, 1 de diciembre de 2000 [x] Tierras de América, Una peregrinación de 25 años, 28 de enero de 2017 [xi] Gustavo Carrara, El Bautismo en la celebración del Bicentenario de nuestra patria, en Vida Pastoral, Buenos Aires, 2011, n.291 [xii] Sergio Zalba, Devociones populares: nuevas y antiguas, en Vida Pastoral. Año XLV- Nº 256, pág. 24. [xiii] “Indicaciones pastorales para el bautismo de niños de los obispos de la provincia eclesiástica de Buenos Aires”, Buenos Aires, 8 de octubre de 2002 [xiv] Silvina Premat, Será más fácil acceder al bautismo, La Nación, 15 de junio 2009 [xv] Gianni Valente, Non siamo padroni dei doni del Signore, 30Giorni, n.8, 2009 [xvi] Declaraciones del 8 de enero de 2016 [xvii] Valente, Non siamo padroni dei doni del Signore… op cit [xviii] Gustavo Carrara, El bautismo como bendición de Dios en Vida Pastoral, Buenos Aires, 2007, n.263 [xix] Cayetano Bruno, Las reducciones Jesuíticas de los Indios Guaraníes, Rosario, 1991, pp. 17-18 [xx] “Estudios sobre los procesos de integración social y urbana en tres villas porteñas”, UCA, Observatorio de la Deuda Social Argentina e Defensoría del Pueblo de Buenos Aires. Se puede consultar en la siguiente dirección: CINCO AÑOS DE PONTIFICADO (III) IDENTIKIT” DE LA PARROQUIA SEGÚN BERGOGLIO: ABIERTA A LOS EMIGRANTES, PLURALISTA Y MISIONERA Las parroquias de las villas miseria de Buenos Aires que Bergoglio visitaba asiduamente, en sus años de obispo auxiliar primero y de arzobispo después, tienen en común el hecho de subdividirse en breve tiempo en unidades territoriales más pequeñas. Una especie de mitosis que vuelve a generar en otros puntos del territorio procesos análogos a los que produjeron en el lugar de la comunidad primigenia. Esa realidad permite comprender la génesis de la propuesta del documento final de Aparecida, de cuño “bergogliano”, cuando recomienda procurar “la presencia de la Iglesia, por medio de nuevas parroquias y capillas, comunidades cristianas y centros de pastoral, en las nuevas concentraciones humanas que crecen aceleradamente en las periferias urbanas de las grandes ciudades por efectos de migraciones internas y situaciones de exclusión”. En solo tres años la parroquia San Juan Bosco de la localidad de León Suárez, a 30 kilómetros de Buenos Aires, en cuyo territorio hay cuatro villas miseria, pasó de tres a once capillas. Todas ellas dedicadas a los santos de devoción popular en los lugares de proveniencia de las personas que se establecieron en diferentes épocas: la Virgen de Itatí, cuyo santuario se encuentra en la provincia argentina de Corrientes, Nuestra Señora de Copacabana, originaria de Bolivia, pasando por el menos ortodoxo Gaucho Antonio Gil o el poco conocido Francisco Solano de origen español. En la Villa 21 de Barracas, desde 1997 la iglesia madre, Nuestra Señora de Caacupé (patrona del Paraguay), se ha subdividido en 13 capillas, y en la Villa 31, que creció junto a la gran Terminal de Ómnibus de Buenos Aires donde converge el transporte de todo el país, la parroquia de Cristo Obrero dio origen a otras cuatro capillas: Nuestra Señora del Rosario, Virgen de Guadalupe, Virgen de Caacupé y Nuestra Señora de Luján. Fecunda ha sido también la villa Bajo Flores, donde a las dos capillas que había cuando llegó el padre Gustavo Carrara – la que funciona como sede parroquial y la dedicada a la Virgen de Itatí – se sumaron otras cinco: la Virgen de Copacabana del barrio charrúa, la capilla de María Auxiliadora del vecino club San Lorenzo, las de Juan Bautista, San Francisco y Santa Clara y por último la capilla dedicada a San Antonio. A ellas hay que sumarle cerca de 50 “ermitas”, que generalmente se construyen por iniciativa de la misma gente. La razón de esta proliferación hay que buscarla en la conformación propia de la villa miseria, que tienden a ocupar espacios poco urbanizados y precarios de la ciudad. El territorio de una villa de emergencia generalmente se caracteriza por irregularidades urbanas tales como vías ferroviarias activas o en desuso, puentes o pequeños arroyos que atraviesan los asentamientos, o incluso autopistas, nudos viales o circunvalaciones que dividen el territorio y hacen difícil o incluso imposible la movilidad de un sector a otro. Caminar cien metros en el corazón de una villa muchas veces significa a afrontar un circuito de obstáculos nada fácil. Los desplazamientos internos de un punto a otro en estos asentamientos urbanos con elevada densidad de población resultan difíciles, aún en el caso de ser posibles, por razones de seguridad. La iluminación es escasa y la vigilancia inexistente en las zonas internas. La movilidad se ve ulteriormente complicada por calles de tierra que a veces se vuelven impracticables por la lluvia y que de todos modos no permiten el paso de vehículos. Esa es una de las razones por las cuales la iglesia de la villa “se desplaza” hasta donde vive la gente y se fracciona en capillas, y con el tiempo las capillas se convierten en el centro motor de muchas actividades que replican las de la iglesia principal. Los garajes, los pasillos que separan las casas, los galpones y los depósitos de todo tipo que muchas veces se encuentran en lugares aislados, se convierten así en centros de actividades litúrgicas y sociales. Un simple censo en las principales villas de la Capital permitiría confeccionar un largo listado de estructuras y obras que han surgido entre los pliegues recónditos de las villas, donde hay comedores comunitarios, centros de apoyo escolar, centros de formación profesional, casas para personas ancianas, centros diurnos de recuperación, Hogares de Cristo, puntos de Caritas y depósitos de alimentos, pasando por radios y prensa escrita con base en las villas. Seminario Villero Incluso un seminario para las vocaciones que nacen en el corazón de estos conglomerados, como la casa vocacional San Juan Bosco, que comenzó en la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31. “Fue un proyecto de los curas de las villas que le propusimos a Bergoglio y él aprobó en seguida” cuenta el padre Guillermo Torres, que lo describe como “un lugar donde los jóvenes de la villa pueden comenzar un camino vocacional sin perder sus raíces”. La casa vocacional, que lleva el nombre del santo italiano, la inauguró Bergoglio en 2011. “Le presentamos el proyecto subrayando la necesidad de tener presente también en este caso, frente a las posibles vocaciones, la cultura de la villa, y él adhirió con entusiasmo”. No se trata, entonces, de crear un cuerpo separado del clero diocesano, ni la veleidad de constituir un “clero villero”. “Hacía falta una puerta de entrada al seminario diocesano” describe Torres “y ése es el espíritu de la casa vocacional que hemos empezado”. Dos jóvenes en 2011, uno en 2012, tres en 2013, dos en 2014 y otros tantos en 2016 cruzaron las puertas de la casa vocacional San Juan Bosco por la que ya pasaron diez seminaristas de los que cinco siguen sus estudios para ser sacerdotes. El proyecto se frenó un poco en los dos últimos años porque no hubo ingresos. En la casa se imparte un curso de introducción al seminario de Buenos Aires. Tiene una duración de un año (pero se puede extender según las necesidades del seminarista, por ejemplo si debe terminar sus estudios). Al finalizar el curso, la formación prosigue en el seminario mayor de Devoto, en Buenos Aires. Pese a la desaceleración de los últimos dos años, el sistema funciona: en 2019 será ordenado sacerdote uno de los dos primeros jóvenes que ingresaron a la casa en 2011. La Reconquista La parroquia extendida – otra manera de llamar a la Iglesia villera de Bergoglio – disputa el terreno palmo a palmo a las múltiples denominaciones del movimiento evangélico, que sobre todo en los años ’70 encontraron en las villas un hábitat privilegiado. El sociólogo argentino Jorge Ossona, profesor de Historia e investigador del Centro de Estudios de Historia Política (CEHP) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y del Centro de Investigaciones en Estudios Latinoamericanos para el Desarrollo y la Integración (Ceinladi), considera que ese período es el comienzo de la “popularización evangélica” en los sectores más humildes de Buenos Aires y la provincia, cuando el peso de la crisis se hizo sentir de manera más aguda y las parroquias y organizaciones comunitarias quedaron desbordadas en su capacidad para responder a las necesidades que se acumulaban en su interior o en torno a ellas: mujeres con maridos y convivientes desocupados, con el consiguiente incremento de la violencia doméstica, los embarazos adolescentes y las prácticas delictivas dentro de la misma villa. “Muchos militantes confesionales salieron a cuestionar desde 1983 sin miramientos a los párrocos y a sus asistentes laicos” explica Ossona y observa: “Una de las vertientes de ese movimiento de rebelión fraguó en el pentecostalismo. Sus pastores no fueron sino vecinos del barrio acompañados por sus esposas e hijos. Su carisma y escasa formación teológica se conjugaron para resolver problemas concretos que abarcaban desde las adicciones hasta la infidelidad y el delito. Un ritualismo de contornos cuasi mágicos apoyado en valores de alta potencia emocional como la música, la etnia o la vecindad permitió la conversión menos de individuos que de contingentes familiares enteros reconciliados por la fe”. La multiplicación de las comunidades del microcosmos pentecostal fue irrefrenable durante el último medio siglo prácticamente en todo el continente. Los estudios realizados por el Pew Research Center a nivel latinoamericano confirman – con pocas variaciones respecto de investigaciones análogas de otros organismos académicos – que el fenómeno del abandono del catolicismo de parte de amplios sectores de la población latinoamericana fue masivo, “de alcance histórico” según la agencia de Washington, que registra entre 1970 y 2014 un retroceso de los católicos de más de 20 puntos porcentuales, pasando del 92% al 69%. Al mismo tiempo, el estudio señala que en el mismo período el porcentaje de “protestantes” pasó en promedio del 4% al 19%, con picos más altos en los países de América Central, donde en algunas localidades los cristianos de fe católica, apostólica y romana ya fueron superados. En la Argentina de Bergoglio los valores porcentuales, tanto del abandono del catolicismo como de la expansión del movimiento evangélico, son notablemente inferiores al promedio continental. El sociólogo argentino Fortunato Malimacci en una de las primeras encuestas confiables sobre “creencias y actitudes religiosas de los argentinos” ofrece el dato nacional de una pertenencia religiosa al catolicismo del 76,5%, contra un 9% de compatriotas que declaran ser evangélicos, repartidos en las múltiples denominaciones que fragmentan el movimiento en Argentina . Es interesante observar que en las villas miseria decrece ulteriormente el promedio nacional de pertenencia católica y aumenta la adhesión de sectores de la población residente a las iglesias evangélicas. Otra investigación realizada en las principales villas miseria de la capital argentina lleva a los autores a la conclusión de que la identidad religiosa mayoritaria sigue siendo católica, si bien el porcentaje es inferior respecto al de Argentina en su conjunto; detrás de la Iglesia Católica se ubican las denominaciones cristianas no católicas: evangélicas, pentecostales y adventistas. Pero hay que notar que los porcentajes de la comunidad evangélica pentecostal son sensiblemente más elevados, tanto respecto de los que se registran en Buenos Aires como los que se relevan en el resto del país, por lo que resulta verosímil afirmar que los evangélicos tienden a concentrarse en sectores de mayor marginalidad urbana. El paisaje urbano de las villas refleja la presencia de las diversas realidades religiosas. «Cualquiera que haga un recorrido rápido por los barrios precarios de la ciudad no puede dejar de notar la cantidad y variedad de marcas religiosas en el espacio público: imágenes de la Virgen en sus diversas advocaciones: Luján, Caacupé, Copacabana, Urcupiña, etc.; cruces e inscripciones que indican la presencia de capillas cristianas (católicas o evangélicas); pequeños “santuarios” de santos (Cayetano, Francisco, etc.) que conviven con íconos populares de santidad como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, etc. Son todas marcas que hablan de una religiosidad viva y presente en la vida cotidiana de las personas en estos barrios». Como se ha observado, el proselitismo de los movimientos evangélicos en las zonas marginales de Buenos Aires se dirige a una población predominantemente católica y obtiene con ella los mejores resultados. El documento final de Aparecida, fruto de una amplia discusión entre los obispos latinoamericanos, capta con claridad las razones de la transmigración católica en dirección evangélica. «Según nuestra experiencia pastoral muchas veces la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuesta a sus inquietudes. Buscan no sin serios peligros responder a algunas aspiraciones que quizás no han encontrado, como debería ser, en la Iglesia» . Es por eso que la parroquia extendida, hospital de campaña para la humanidad que allí habita, produce efectivamente un movimiento de reconquista de los fieles que habían pasado a los evangélicos o estos reclutaron ex-novo. Y no como un proyecto planificado, sino como resultado natural de una mayor inmanencia del catolicismo en las poblaciones marginales de una ciudad y los dinamismos naturales a los que dicha inmanencia da origen. “La parroquia es el barrio y el barrio es la parroquia”. Con esta imagen eficaz, el padre Carrara resume el proyecto que, a través de las capillas, las ermitas y las actividades que allí se desarrollan, hace posible la reconquista. “Caminas por una calle, y estás caminando la parroquia que, como dice la etimología de la palabra, es ‘la Iglesia en medio de las casas’”. Pero eso, advierte Carrara, “se debe hacer institucionalmente, sin burocratizar, en diálogo con la realidad y permitiendo que la institución pueda actualizarse según las necesidades de dicha realidad”. Un Moderno Mestizaje de Emigrantes El tema de la inmigración, al que Bergoglio dedica como Papa continuos llamamientos, y la manera como lo plantea, reclamando a los países receptores de inmigrantes una generosa acogida y una igualmente pródiga integración, tiene su punto de inspiración en las villas miseria de Buenos Aires. Desde el punto de vista demográfico, los enclaves urbanos que se formaron en la trama de la ciudad son el resultado de la estratificación de movimientos migratorios sucesivos que se produjeron en diferentes épocas y de diversa proveniencia, tanto de las provincias argentinas con menor índice de desarrollo como de los países limítrofes, sobre todo Paraguay, Bolivia y Perú. Y esto en el contexto de un país, Argentina, que fue la meta privilegiada de la emigración europea durante más de un siglo. En 1870 la población argentina no llegaba a los dos millones de habitantes; sesenta años después, en 1930, se calculaba una población de casi ocho millones. Seis millones de “extranjeros” emigraron al país sudamericano con grandes espacios escasamente habitados, y un número significativo de ellos permanecieron a vivir allí. La población existente de nativos y españoles ya bien mezclados – los criollos – recibieron con los brazos abiertos las oleadas – en ciertos momentos un verdadero tsunami – de emigrantes provenientes sobre todo de Italia y España, pero también de Polonia, Rusia, Alemania, Francia, Siria, Líbano y otros países que en aquel momento formaban parte del Imperio Otomano y Turco. Los recién llegados superaron en poco tiempo el número de nativos que los recibían. El resultado fue un mestizaje de sangre y de culturas prácticamente único en el mundo conocido. Distinto del que se produjo en Estados Unidos, que también fue receptor de emigraciones masivas en los siglos XIX y XX pero en distinta proporción y con una relación distinta entre nativos y no nativos. En el mismo período considerado para la Argentina, de 1870 a 1930, América del Norte fue la meta de 25 millones de personas, que se sumaron a los 38,5 millones que ya vivían en ese territorio, un número muy superior al de los recién llegados. Lo cual marca una primera y evidente diferencia entre las dos emigraciones, la orientada hacia el sur y la que se dirigió hacia el norte de América, ya que mientras la primera duplicaba el número de criollos, la segunda era ampliamente inferior al número de nativos. En la primera oleada migratoria hacia Estados Unidos, entre 1820 y 1870, predominaron irlandeses, escoceses, escandinavos y alemanes, y en la segunda, entre 1870 y 1930, la mayoría de los migrantes fueron italianos, griegos, húngaros, polacos y otros de origen eslavo, incluyendo entre 2,5 y 3 millones de judíos, que se concentraron en grupos según su origen en barrios, ciudades y regiones determinadas, sin mezclarse con los llamados WASP, blancos, anglosajones y protestantes. En Argentina, por el contrario, la fusión entre los que ya estaban en el territorio y los que llegaron fue tan completa que no se registran en el País del Plata barrios, ciudades o regiones donde haya concentraciones de población agrupadas según su origen, y las características culturales de unos y otros se amalgaman en un sincretismo completo. No es la única singularidad que distingue el mestizaje latino en Argentina del que se formó en América del Norte. Los criollos del sur y la mayoría de los inmigrantes pertenecían a una cultura católica que había conformado su identidad religiosa y cultural, independientemente del hecho de que fueran o no creyentes y/o practicantes y prescindiendo también de su adhesión o rechazo a la Iglesia de Roma. Los musulmanes – según los cálculos más recientes – representan menos del 1% de toda la población de América Latina. Como observa el filósofo uruguayo Alberto Methol Ferré, «América Latina, por su conexión con el océano Pacífico, es mucho más sensible a la presencia [del elemento humano] de Extremo Oriente que a una presencia del mundo musulmán en cuanto tal». Esta situación tampoco registrará cambios significativos en los próximos años. Mientras el futuro de Europa, por lo menos desde el punto de vista demográfico, será favorable al Islam, que según las proyecciones del Instituto Pew Reserch Center crecerá con mayor rapidez que el cristianismo, América Latina será la región del planeta donde la tasa de crecimiento del conjunto de la población superará ampliamente el incremento del número de musulmanes. Si la tendencia se confirma sin alteraciones de ningún tipo, a mediados de este siglo los fieles del Islam serán menos de un millón, menos de los que había en España o Italia en 2010. No es el único aspecto que merece ser considerado en el comportamiento de la población islámica y su relación con el conjunto de las otras emigraciones. En Argentina, los musulmanes y los judíos han construido una sólida relación de respeto y convivencia cordial con los cristianos, incluyendo los de fe católica, y las actitudes y concepciones discriminatorias y marginalizantes provocaron desde un principio el rechazo de las leyes y de las autoridades formales que se sucedieron en el gobierno del último siglo. Un signo de esta tolerancia es el presidente constitucional argentino entre 1989 y 1999, Carlos Saúl Menem, hijo de inmigrantes sirios, de padre musulmán y madre católica. En conclusión, Bergoglio pertenece a un continente cuya base cultural es el mestizaje del siglo XVI posterior a la conquista y es testigo de una “mescolanza moderna” que no registra tensiones raciales inconciliables y cuya representación acabada son las villas miseria. Baste pensar que solo dos de cada diez personas que viven en estas realidades marginales han nacido en Buenos Aires. Un porcentaje levemente superior corresponde a los migrantes internos provenientes de las provincias argentinas (27%), mientras más de la mitad son inmigrantes internacionales de los países limítrofes (53%). En la villa de Bajo Flores que hemos citado en varias oportunidades por la frecuencia de las visitas de Bergoglio, reside una amplia mayoría de extranjeros provenientes sobre todo de Bolivia. En la Villa 21 de Barracas, también asiduamente visitada por el arzobispo de Buenos Aires, con una población estimada de 45.000 personas, el porcentaje de inmigrantes alcanza los 78 puntos, de los cuales un 35 por ciento proviene del interior de Argentina, un 38 por ciento del Paraguay, el uno por ciento del Perú y un dos por ciento de Bolivia. En cuanto a la Villa 31 de Retiro, un relevamiento realizado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires estima que el 50,6 por ciento son extranjeros, de los cuales el 23,9 proviene del Paraguay, el 16,6 por ciento de Bolivia y el 9,8 por ciento del Perú . Un Ejemplo de Pluralismo Eclesial En la parroquia hospital de campaña de las villas de Bergoglio hay lugar para todos. Religiosos y religiosas de las más variadas congregaciones, movimientos eclesiales, voluntarios de asociaciones laicas o de inspiración religiosa, ONG, voluntariado judío e incluso algún musulmán que a título personal colabora con las obras educativas y sociales que nacen como respuesta a las necesidades de la villa. “Después de ser elegido Papa, Bergoglio conservó la relación con las villas” asegura el obispo Gustavo Carrara, quien hace referencia a los trabajos de remodelación de la capilla dedicada a la Virgen de Itatí con fondos enviados por Francisco. “Por eso le pedimos ayuda para que vinieran aquí las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa”. Carrara cuenta que se dirigió directamente a la superiora regional para pedirle que algunas religiosas se establecieran en la villa. “Nos dijo que en aquel momento no estaban abriendo otras casas y explicó la razón”. Era una respuesta justificada, pero no fue suficiente para desanimar al sacerdote, quien escribió al Papa. “Le pedí si nos podía dar una mano para convencerlas. Después supe que en enero escribió a Calcuta, a la madre general Mary Prema Pierick (desde 2015), quien a su vez escribió a la superiora regional”. La casa llegó por fin, y el 13 de mayo de 2017 se inauguró en la calle Bolorines y Castañares, dentro del territorio de una de las capillas. “Había necesidad de las hermanas en una zona donde hay abuso de droga y desocupación” declaró Madre Mary Prema Pierick, segunda sucesora de Santa Madre Teresa de Calcuta, explicando con sencillez la decisión de responder al pedido de comenzar una presencia de las Misioneras de la Caridad en uno de los barrios más pobres de Buenos Aires. Traerán su caridad a las villas miseria, entre los desocupados, cartoneros, albañiles, mujeres de servicio, chicos de la calle, pequeña criminalidad y mucha droga. Y donde otros antes que ellas ya organizaron comedores comunitarios, centros de apoyo escolar, centros de capacitación, casas para ancianos, centros diurnos de recuperación, Hogares de Cristo… La parroquia de la Villa 31, Cristo Obrero, fundada por Carlos Mugica, que se encuentra en el centro de Buenos Aires, es un poliedro de figuras religiosas. “Hay religiosas de Mama Antula” enumera el párroco Guillermo Torre. “ONG como los Mensajeros de la paz, muy comprometidos en la educación, voluntarios que pertenecen a grupos, movimientos, parroquias cercanas que vienen en momentos fuertes o regularmente todos los sábados, como los muchachos de los colegios Don Bosco y León XIII que vienen a trabajar con los chicos”. Lo mismo ocurre en la Villa 21 de Barracas. Pablo Rivadeneiro, un voluntario que trabaja en el centro barrial San Alberto Hurtado, explica que la parroquia de Caacupé es la casa madre de múltiples actividades y organizaciones. El esquema, ideado por el padre Pepe Di Paola durante sus años de trabajo en el barrio y que luego se reprodujo en otras partes, comprende la escuela musical de murga, los exploradores, el grupo de hombres, comedores, centros de formación profesional, actividad de Caritas, el centro San Alberto Hurtado y los Niños de Belén, que acoge a los menores que viven en la marginalidad más absoluta y en la mayoría de los casos arrastran graves problemas de dependencia de la droga. * Con la colaboración de Andrea Bonzo Traducción del italiano de Inés Giménez Pecci NOTAS: i) Aparecida 258-k ii) Entrevista realizada el 22 de mayo de 2017 iii) Entrevista realizada el 1 de marzo de 2018 iv)Jorge Ossona, Pobreza y Crisis Eclesiástica, Clarín 26/01/2018 v)Dr. Fortunato Mallimaci, Primera encuesta sobre creencias y actitudes religiosas en Argentina, Buenos Aires, 26 de Agosto de 2008 vi) Suárez, A. L. (2014). El campo religioso en los asentamientos precarios de Buenos Aires. Una aproximación desde la situación religiosa de las mujeres. “La identidad religiosa mayoritaria de las mujeres de nuestro estudio es la católica (70,7%), seguida del conjunto de denominaciones cristianas no católicas – evangélicas, pentecostales y adventistas – (13,1%). […] Este dato es consistente con diversos estudios que muestran que los evangélicos/pentecostales tienen una fuerte penetración entre los sectores más carenciados (Seman, 2010; Wynarczyk; Oro, 2012; Marzulli, 2011, entre varios otros)». El resultado citado se desprende de una investigación que se realizó en las villas miseria de Bajo Flores (la 1-11-14), la Villa 21 de Barracas, Villa 19 de Lugano –barrio INTA–, Los Piletones, la Villa 6 Cildáñez, Villa 3 (Fátima más Calecita), y el barrio R. Carrillo junto con Los Pinos. La población total en estos asentamientos es de 106.043 habitantes (CNPV, 2010), lo que representa al 65% de la población total de “villas” de la ciudad. vii) Suárez, A. L. (2014). La situación religiosa en las villas de la ciudad: aproximación a la religiosidad de las mujeres. En: Suárez, A. L., Mitchell, A., Lépore, E. (eds.). Las villas de la ciudad de Buenos Aires territorios frágiles de inclusión social. Buenos Aires: Educa viii) Aparecida n.225 ix) Entrevista realizada el 21 de enero de 2018 x) Alberto Methol Ferré-Alver Metalli, El Papa y el Filósofo, Biblos, Buenos Aires, 2013, p. 123 x) Los especialistas del Centro de Investigación Pew consideran que en 2020 la población del continente latinoamericano registrará un incremento del 27 por ciento con respecto a 2010, mientras el número de fieles del Islam crecerá apenas el 13%. xi) Sobre un porcentaje total de emigrados que llega al 82 por ciento, el 20 por ciento proviene de una provincia argentina, el 49 por ciento de Bolivia, el 6 por ciento del Paraguay y un 7 por ciento del Perú u otro punto de América Latina. xii) E. Lépore, M. Ann, D. Leis, E. Rivero, J. Macció, S. Lépore, Capacidades de desarrollo y sociedad civil en las villas de la ciudad, Pontificia Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, 2012 xiii) En cuanto a los argentinos residentes en la villa, el 29,6 por ciento es nacido en la Ciudad de Buenos Aires, el 4,6% en la provincia de Buenos Aires y el 14,7 en otras provincias argentinas.

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