El Foro de Pensamiento Peronista fue fundado en 2012 por un grupo de políticos e intelectuales del peronismo con el fin de discernir ideas y hechos que desplieguen el rico y vigente pensamiento estratégico del Gral. Juan Domingo Perón, e intervenir así en la lucha político-cultural de la Argentina. Tras las derrotas de 2015 y 2017, nos animó la reunificación del peronismo como base de la recreación de un gran Movimiento Nacional , y ofrecer a nuestro pueblo una alternativa triunfante, logro que finalmente se obtuvo a partir de la victoria en 2019 del Frente de Todos, encabezado por el compañero Alberto Fernández.

14 de octubre de 2012

LA REVELACION DE LAS CACEROLAS Y OTROS UTENSILIOS


por Sergio Domínguez

Anni Gamerith[1] etnóloga austríaca, destaca en sus investigaciones la importancia de los utensilios de cocina y su utilización para discernir los aspectos fundamentales, que a través de su dieta, impulsa el comportamiento de algunos animales, en especial de aquellos cuyo rastro en el tiempo se pierde en los albores del conocimiento arqueológico; pudiéndoselos situar tentativamente como eslabón perdido entre los gorilas y el hombre.


En ese aspecto han sido reveladoras las cacerolas de piedra halladas en la cueva de Malapa, cerca de Johannesburgo (Sudáfrica), dando cuenta de varios aspectos relacionados con los homínidos como el
australopithecus sediba (2 Millones de años), de talla corta y desgarbada. En ello la arqueología experimental[2] aplicó especial énfasis en sus investigaciones, obteniendo resultados altamente significativos, dado que de las cacerolas encontradas, y su aptitud para almacenar,
contener, preservar y fabricar alimentos, se desprende el nivel o grado de evolución en que se encontraban los individuos en estudio.

Mas acá en el tiempo, el aporte no es menor e ilustra sobre las artes culinarias de algunos antiguos de Hispania, como los  Malyóticos (2000 a. C) de cuyas cacerolas de cerámica se desprende su menú:  “el Garum”, famosa salsa de pez especiada; y el “sopar  talaiotic”; o “sopar roma”.

Quizás la mayor dificultad que se le ha presentado a los fatigados científicos, ha sido la de distinguir de entre los utensilios su función especifica o general; toda vez que esas cacerolas primitivas, hechas en cuencos de piedra, o conchas de mar eran difíciles de apreciar como distintas de las armas que usaban para cazar, atacar o defenderse. Cumpliendo en muchos casos doble y triple función: como armas; como herramientas de labor rudimentario; o como recipientes de elaboración de alimentos.

Para la supervivencia de éstos individuos primitivos, la cuestión giraba sobre la capacidad y habilidad para manejar los utensilios, de tal manera que la humanidad ha dependido de dicha habilidad para
su existencia, no en vano cerca de cada tumba o hallazgo cadavérico se han  encontrado utensilios por sobre cualquier otro vestigio.

En realidad la capacidad simbólica de los mismos ha excedido con creces a la remisión que de su uso se hace. A tal punto que en algunas cacerolas de rocas antiguas se hallaron reflejadas imágenes            rudimentarias e incipientes, labradas algunas de manera elemental y que importan inquietudes rupestres. Inquietudes que se han plasmado a lo largo del tiempo haciéndolas depositarias, reservorios de            noticias de sus épocas arcanas. En tal sentido representan más que una cacerola, más que un arma o una herramienta, representan un mensaje del comienzo de los tiempos, que se repite en Egipto y Asia,
en la Grecia Antigua y  Clásica mediante sus cacerolas barnizadas y pobladas de figuras alegóricas.

En el itinerario que va de esas cacerolas de roca,  a las cacerolas  abolladas y herrumbradas en las colas e hileras invernales de las hoyas populares de los hambrientos años treinta y que pendían de            manos cansadas, mugrosas y agrietadas, hay un sinnúmero de mensajes y lecturas que hay que saber interpretar, para no confundirnos como los científicos, ante los hallazgos arqueológicos.

En ese sentido las cacerolas suelen hablar;  por supuesto que lo que  nos dicen las de hace dos millones de años, no es lo mismo que  nos dicen, la de los años treinta del siglo veinte, pero siempre dicen.

Y siempre:  algo importante. En el inicio del S XXI hablaron en la Argentina y pareció que fueron
escuchadas, interpretadas. Una década después están hablando de nuevo.

Frente a ello la tentativa inicial pareciera que no es escucharlas y menos interpretarlas, sino más bien negarles valor simbólico o representativo de mensaje. En su caso, un fundamentalista y mentor
oficial,  conocido en el ambiente como la viuda de Casullo, le adjudica una pertenencia clasista, predicando más sobre quien manipula el utensilio (clase media) y sin privarse de resentidas e
impostadas diatribas en su contra, que lo que el utensilio nos dice realmente por sí mismo, que no es poco. En ese empeño, se confunde como inicialmente lo hace el científico arqueólogo, ya no en el
utensilio, que ignora adrede, sino en la caracterización social del individuo que analiza; se refugia ubicando históricamente a la clase media desapegada de los intereses nacionales y ergo fuera de los
intereses y objetivos del gobierno, en razón de que las manos que  empuñan cacerolas sin herrumbre y abolladuras, no denotan cansancio ni grietas mugrosas.

Si hay algo que no debe soslayarse y en este punto se hace hincapié, es que el actual gobierno responde o se dice tributario de un sector de jóvenes de los setenta que emergieron de las clases medias y
altas de los años sesenta “Los Montoneros”. Hijos –digámoslo pronto- de los gorilas clase media que vivaron la libertadora y que desde ese odio clasista heredado, emprendieron mediante el foquismo
guevarista el desplazamiento de la resistencia peronista de origen popular y humilde,  pasando a discutir la conducción del General Perón, que en sus palabras, era sólo un “viejo de mierda”, al cual            había que “cortarle las piernas” con la muerte de “Rucci”. Pero, desde esa mirada finisecular retrógrada,  pretendidamente acentuada en la lucha de clases, se analiza oficialmente el fenómeno batiente, como una cuestión de clase social,  propiciando la consabida fragmentación de la unidad nacional.

Todo ello desde un discurso que el último General Perón negó y negaría a todas luces,  ya que su postrero esfuerzo fue en el sentido contrario, en el sentido de sortear y dirimir las dialécticas fragmentarias. Con ese fin postuló: “Que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”[3]; que no es una simple y linda frase de ocasión, sino que es la representación de toda una política de estado, destinada a la unión nacional, donde todos los sectores sociales que la integran puedan expresar sus inquietudes y demandas, sin perjuicio de ser estigmatizados, como hoy lo hacen los locuaces oficiales del resentimiento.

En otro orden y atento lo maliciosamente menudo del debate, y a fin de encuadrarlo en el dominio mas adecuado a la naturaleza de los hermenéutas oficiales, la disciplina de los sueños colabora sin
tanto abuso del despliegue retórico materialista  y humildemente hace lo suyo,  al interpretar que la cacerola, oníricamente, es el símbolo de nuestro hogar, de la tranquilidad que irradia.

Quizás no implique mucho esfuerzo para el caso que nos llama la atención, prescindir de la excelencia literaria de Marx,  blandido cotidianamente y hasta el hartazgo por los intelectuales oficiales,
ya que adrede se niega y no se sigue al simple y pedestre Perón del SXXI, al cual no renunciamos ortodoxamente remitirnos;  siendo en efecto “El horóscopo de los sueños” y ante el dislate confrontativo que nos proponen, mucho más útil y actualizado que la dialéctica que ha fracasado científicamente y en los hechos;  ya que por lo menos nos indica que en las cacerolas,  simbólicamente,  se juega la tranquilidad de los hogares de una vasta población.  Que hay que atender irrenunciablemente, sin agredirla, sin vituperarla, sin ofenderla,  sin el resentimiento clasista que más que grávido suena
oportunista, dándole seguridad y tranquilad a sus hogares,  por el solo hecho y título de ser argentinos y formar parte de lo más valioso que tiene el País, su pueblo.

 En caso contrario, la miopía oficial corre el riesgo inicial de los arqueólogos,  que no supieron distinguir hasta muy tarde,  entre cacerolas y… armas.

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