
Por Mariano Rovatti
El aplastante triunfo
del peronismo en la última elección bonaerense hizo añicos las fantasías
libertarias de que la Argentina está iniciando una nueva era histórica. Luego
de una arriesgada estrategia, Axel Kicillof se apropió del centro de ring y del
liderazgo opositor. Cómo seguirá el proceso político en la Argentina, teniendo
en medio la elección nacional de octubre y una crisis económica y financiera
que se parece a un laberinto.
El gobierno de Javier Milei viene en barranca
abajo desde principios de 2025. Aferrado al índice inflacionario, que logra
tener artificialmente controlado, carece de otros logros para exhibir. Sin
gestión en todos los demás rubros de gobierno, toda su energía está dedicada a
responder las acciones políticas opositoras repitiendo mecánicamente que el
rumbo económico no se va a alterar, teniendo al superávit fiscal como única
meta junto a la de mantener domado el índice de inflación.
Ese superávit existe gracias a no cumplir con
las transferencias a las provincias, no hacer obra pública, atrasar las
jubilaciones y pensiones, y a medidas tan insignificantes desde lo fiscal como
irritativas en lo social, como desfinanciar universidades, quitar pensiones a
personas con discapacidad y negar fondos al Hospital Garrahan.
A Milei lo acompaña un gabinete de personas
oscuras, con poca predisposición para la palabra y la acción. El gobierno no
tiene iniciativas ni éxitos en educación, salud, desarrollo social, derechos
civiles, política internacional, defensa, obra pública y en la producción de
bienes y servicios. Tampoco en seguridad, cuya gestión se concentra en la
represión descontrolada de manifestaciones opositoras.
Un gobierno que no genera las condiciones para
el desarrollo económico no puede lograr nada en los demás rubros de la gestión,
aunque tenga excelentes planes. No sólo que esta gestión no los tiene, sino que
no le interesa en absoluto tenerlos. Toda la acción gubernamental se resume en
la especulación financiera y en la represión.
Además, el gobierno repite recetas que ya fueron
desastrosas: tipo de cambio atrasado ex profeso, tasas de interés altas,
ausencia de crédito, desregulación a la bartola y eliminación deliberada de la
obra pública. Todo está diseñado para castigar la producción nacional y el
trabajo.
Así es muy difícil construir mayorías perennes.
El inesperado triunfo de 2023 fue vivido por el gobierno como el punto de
partida de una nueva era. No pensaron que sólo se trató de un voto provisorio,
fruto del hartazgo contra la incompetencia del ex presidente Alberto Fernández,
quien no quiso, no pudo o no supo liderar su propio gobierno y desarrollar una
política de desarrollo económico y justicia social, más allá de la deuda
heredada, la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía.
Al igual que Alberto, Milei desaprovechó su
oportunidad. El contexto que le tocó fue más benévolo que el de su antecesor.
Pero quizás, al igual que él, no se hallaba preparado para el desafío de ser
presidente, y todo fue improvisación.
El resultado de ésto en la economía real es
devastador: 15.000 empresas menos, 120.000 puestos de trabajo perdidos, caída
fuerte del PBI y el consumo. La caída de la pobreza no la vé nadie, pero está
en las estadísticas truchas del INDEC, elaboradas con parámetros obsoletos, en
donde no se miden las tarifas ni los alquileres, entre otras variables.
En febrero de este año, se produjo el escándalo
por la estafa de la cripto Libra, concebida en el despacho de Karina Milei y
promovida expresamente por el presidente. El hecho dolió en las entrañas del
gobierno, pero el daño político fue relativo. Luego de una serie de nuevas
denuncias de corrupción, en las que quedaron involucrados Martín y Lule Menem, sobrevino
el escándalo de las coimas en la Administración Nacional de Discapacidad
(ANDIS) en las que quedaron pegados los Menem y sobre todo, la hermana del
presidente.
Este último hecho sí hirió al gobierno,
llegando su repudio a la calle, los estadios de fútbol y los recitales.
Manejado con sentido de la oportunidad, afectó las posibilidades electorales
del gobierno, junto a la crítica situación económica y social de millones de
familias, que ven imposible llegar a fin de mes sin endeudarse.
Salvo en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el oficialismo viene coleccionando derrotas
en las elecciones provinciales, a manos de los oficialismos. En Chaco ganó en
alianza con el gobernador. Pero la derrota en la provincia de Buenos Aires es
la más dura, por la diferencia abrumadora de casi 14 puntos, la proximidad con
la elección general nacional y el peso específico del distrito. Los millones de
argentinos que presuntamente habían salido de la pobreza, curiosamente, no
fueron a votar.
Las elecciones bonaerenses pusieron fin a la fantasía de la nueva era libertaria. Pero también fue una victoria clara en su pulseada con el kirchnerismo, suspendida desde el cierre de listas bonaerenses.
Para estas elecciones, el gobernador decidió
poner un límite al Partido Justicialista provincial, conducido por Máximo
Kirchner. Harto de la falta de apoyo del mismo, reflejado -por ejemplo- en la actitud pasiva
de los legisladores provinciales, decidió constituir su propio
espacio político (Movimiento Derecho al Futuro – MDF), buscar y obtener el
respaldo de la mayoría de los intendentes, el movimiento sindical y algunas
organizaciones sociales.
Contra la voluntad de Cristina Fernández-Kirchner,
convocó por primera vez a elecciones provinciales escindidas de las nacionales,
sin tener las garantías de que esa jugada le saliera bien.
La detención domiciliaria de la ex presidenta le
jugó a favor: ya había anunciado que sería candidata a diputada provincial, y
debió ser reemplazada por la vicegobernadora Verónica Magario. Kicillof
recurrió a ella y a Gabriel Katopodis para encabezar las listas de las dos
secciones más importantes, en candidaturas testimoniales que no le ocasionaron
un gravamen político. También metió en las listas una buena cantidad de
candidatos que jugarán a su favor en la próxima Legislatura bonaerense.
Kicillof logró una doble victoria, que lo
posiciona como el principal referente opositor, no sólo en términos de liderazgo político,
sino como referente de un contrapunto de modelos de gobierno. Kicillof como
hombre de Estado hace todo lo contrario de Milei: obra pública, educación,
salud, desarrollo social, promoción de nuevos derechos civiles y aptitud para
el diálogo respetuoso con los diferentes.
El peronismo parece haber aprendido que la
unidad no es una opción, sino una obligación, y haberla alcanzado sin PASO es
un mérito de los dirigentes, en especial de Sergio Massa.
La duda es si Kicillof llegará competitivo a
octubre de 2027. No es fácil sostener un gobierno provincial en abierto
enfrentamiento con la gestión nacional durante tanto tiempo.
Luego de la paliza bonaerense, y de las votaciones en el Congreso, en donde la oposición está llegando en más de una oportunidad a juntar dos tercios de diputados, se agita la posibilidad del juicio político al presidente, como una alternativa más cercana.
Desde algunos medios cercanos al poder real, se
dan señales de un despegue de la figura de Milei, e incluso se habla del juicio
político, de la Asamblea Legislativa y de la próxima llegada de Juan Schiaretti
al Congreso.
Cabe aclarar que conforme la Constitución, si
Milei es destituido en Juicio Político, será reemplazado por la Vicepresidenta
Victoria Villarruel.
¿Quién podría estar interesado en que esto sucediese?
Al peronismo no le conviene, porque mal que
mal, Villarruel significará algo nuevo, con capacidad de recomponer el poder
político presidencial, y de liderar al antiperonismo, pudiendo aspirar a la
reelección dentro de dos años. Al peronismo le conviene que siga Milei hasta 2027
y que llegue herido y profundizando su desgaste.
A quien sí le conviene es al poder real, que vé
en Milei en un gerente ya desgastado e ineficiente. Villarruel –en cambio- está
intacta políticamente y tiene ambición de poder. Mantiene lazos no tan ocultos
con Mauricio Macri, quien le sirve de llave de acceso al círculo rojo.
Schiaretti llegará al Congreso con la misión de
liderar un espacio de centro que nunca termina de consolidarse en medio de un
esquema político que siempre tiende a la polarización. Quizás sea un plan B, si
la crisis económica social se agrava a tales extremos que se la lleve puesta
también a Villarruel. Pero la lejanía política de ésta con Milei, le ha servido
para preservarse.
Todo indica que el 26 de octubre será un día de
derrotas para el oficialismo, y que luego se abrirá la posibilidad para un agravamiento
de la situación económica, y tras él, un desborde social y político. Más allá
de que tendrá más diputados y senadores propios, la elección de medio término
marcará un rechazo popular a su proyecto económico.
Es verdad que algunas veces los gobiernos de
turno han tenido elecciones intermedias adversas, pero se recompusieron y
ganaron luego. Pero nunca pasó con gobiernos no peronistas.
Veremos.
Buenos Aires, 16 de septiembre de 2025
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