El Foro de Pensamiento Peronista fue fundado en 2012 por un grupo de políticos e intelectuales del peronismo con el fin de discernir ideas y hechos que desplieguen el rico y vigente pensamiento estratégico del Gral. Juan Domingo Perón, e intervenir así en la lucha político-cultural de la Argentina. Tras las derrotas de 2015 y 2017, nos animó la reunificación del peronismo como base de la recreación de un gran Movimiento Nacional , y ofrecer a nuestro pueblo una alternativa triunfante, logro que finalmente se obtuvo a partir de la victoria en 2019 del Frente de Todos, encabezado por el compañero Alberto Fernández.

1 de octubre de 2020

75 años de (anti)peronismo


Por Mariano Rovatti

Una de las consignas más arrojadas en la grieta es que nuestro país vive en una constante decadencia debido a sufrir “setenta años de peronismo”. Más allá que el mismo gobernó a la Argentina durante menos de la mitad de ese tiempo, veamos a partir de ciertos datos comparativos, cuál fue la perfomance de gestión del justicialismo y cuál la de sus antagonistas. 



La partida de nacimiento del peronismo como movimiento podemos labrarla el 17 de octubre de 1945, cuando una movilización de masas única ungió a Juan D. Perón como el líder de la clase trabajadora argentina. Pero hubo una etapa previa de realizaciones concretas del gobierno militar surgido en la revolución del 4 de junio de 1943, que comenzó un proceso de transformación estructural de la relación entre patrones y empleados. 

Pero Perón no tenía el poder total en ese gobierno, y de hecho, sus propios referentes lo encarcelaron en la Isla Martín García, con la intención de correrlo de la escena política. Recién después del 17 y con las elecciones del 24 de febrero de 1946, podemos analizar al peronismo ejerciendo el pleno del poder, y con ello, hacerlo responsable de los resultados de gestión. 

Con los datos que ya había obtenido para escribir mi libro Historia Argentina Contemporánea 2007-1943 – De Kirchner a Perón, y con otros recolectados para este artículo, he tratado de reconstruir la evolución de distintas variables económicas y sociales a través del tiempo, desde 1946 hasta la fecha. 

Con ello, intentaré desafiar el juicio de que estamos mal por culpa de setenta años de peronismo, con la máxima objetividad que me resulte posible recolectar. 

Al comprobar los datos, confieso haberme sorprendido en más de un caso, al cotejarlos con mis prejuicios. 

El objetivo del presente, es invitar al lector a tener un juicio crítico en medio de la guerra dialéctica peronismo/antiperonismo en la que nos hallamos sumidos, y en la que cada premisa o consigna lanzada tiene como objetivo dañar al enemigo, más que construir una nación desde un marco de políticas de estado consensuadas. Como en toda guerra, la primera víctima es la verdad. 

Hemos encontrado elementos en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial y las consultoras CIFRA, CEFID y CIA World. Veamos y analicemos entonces los datos recogidos: 

a) Evolución del Producto Bruto Interno (PBI)

El PBI indica la evolución de la productividad de bienes y servicios de un país. Determina el grado de desarrollo económico de una nación. A lo largo del período estudiado, el promedio anual da un 2,7%. Es de notar que en términos internacionales, entre los países desarrollados se estima normal un crecimiento del 3%. Para un país de desarrollo intermedio como Argentina, la tasa debería ser mayor, a fin de lograr niveles aceptables. 

Durante el primer y segundo gobierno peronista (1946-1955), no hay datos oficiales y las estimaciones elaboradas por distintas consultoras oscilan del 2,9% al 5% anual promedio de crecimiento del PBI. Si tomamos el máximo ponderado, el total sería cercano al 45%, y con ello, la mejor marca del período estudiado. Si tomamos la estimación más baja, sería el 4to. mejor ciclo. De la dictadura militar que lo sucedió (1955-1958) no hallé tampoco los índice oficiales.

El gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) tuvo un crecimiento de punta a punta del 6,8%, con un promedio anual del 1,7%, aunque tuvo un pico en 1960 del 7,9%. 

La gestión de José María Guido (1962-1963) registró una caída total del 6,2%, y su sucesor, Arturo Illia (1963-1966), un crecimiento total del 20%. 

La dictadura autodenominada Revolución Argentina (1966-1973) alcanzó una suba total del 28%, logrando un pico del 9,7% en 1969, el año del Cordobazo y otros estallidos sociales, durante la presidencia de facto del Gral. Juan Carlos Onganía. 

El trieno siguiente, con la vuelta del peronismo al poder, logró un aumento total del PBI del 8,3%. El macabro Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) tuvo un crecimiento total del 10,5%, con dos extremos: en 1979, un alza del 10,2% y en 1981, una caída del 5,2%. 

En la vuelta a la democracia, el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989) tuvo una caída promedio del 3%, aunque tuvo un pico favorable en 1986 del 6,2%, y una caída máxima del 7,2% en 1989. 

La gestión de Carlos Menem (1989-1999) logró el crecimiento total más alto, considerando los datos oficiales: 39,8%, con un pico del 9,1% en 1991. 

Fernando de la Rúa (1999-2001) se fue con dos años de retroceso, llegando al 5,2%. Eduardo Duhalde (2002-2003) tuvo una caída del 2,1%. 

Néstor Kirchner (2003-2007) obtuvo un alza total del PBI del 34,9%, con el promedio anual más alto: 8,7%

Cristina Fernández – Kirchner (2007-2015) llegó a un total de 15,9%, con la particularidad de que casi todo el crecimiento se dio en la primera gestión, siendo casi cero la suba del segundo mandato. El pico se alcanzó en 2010, con el 10,1%. 

Mauricio Macri (2015-2019) acumuló una caída total del 4,4%. El único año positivo fue 2017, con el 2,9%. 

b) Inflación

La inflación es el proceso de deterioro del valor de la moneda nacional, generado por el aumento de la emisión monetaria sin el correspondiente respaldo en reservas y en productividad de la economía real. Su incremento tiene como inmediata consecuencia la migración de riqueza de los sectores más humildes hacia los más poderosos. 

Tomamos el índice de precios al consumidor. Aquí sí tenemos datos oficiales del primer y segundo gobierno peronista, observando además que durante los mandatos de Cristina Fernández, los procedimientos del INDEC fueron severamente cuestionados, por lo que consideramos el IPC del Congreso Nacional. Años después, referentes kirchneristas admitieron la invalidez de los datos de ese período.

En efecto, en el período 1946-1952 la inflación anual promedio fue del 19,35%. El mejor año fue 1954, con un 3,8% y el peor, 1952, con 38,8%. 

La Revolución Libertadora registró un alza inflacionaria promedio del 17,8% anual. Arturo Frondizi, entre 1958 y 1962, llegó a un 44,25% anual promedio, alcanzando su peor momento en 1959, con el 113,7%.

El interregno de Guido tuvo una inflación promedio del 26,05% anual, y el radical Arturo Illia, registró un promedio anual del 27,6%. La dictadura 1966-1973 tuvo un promedio anual del 26,63%, teniendo un pico en 1972, con un 58,5%. Su mejor año fue 1969, con el 7,6%. Entre 1973 y 1976, el promedio fue del 89,1%, pero el peor año fue 1975, bajo el gobierno de María Estela Martínez de Perón, llegando al 182,8%. El gobierno militar 1976-1983 tuvo un promedio anual de 249,7%. Ningún año registró un índice menor a las tres cifras. 

Durante el mandato de Alfonsín, la inflación trepó al 799,5% promedio, con un pico hiperinflacionario del 3079,5% en 1989.

Carlos Menem tuvo un 2314% en 1990, pero en el resto del período llegó al 12,71% anual. Su mejor año fue 1996, con el 0,1%. Todo su segundo mandato estuvo por debajo del 2% anual. Desde 1993, en adelante, siempre estuvo en un dígito. 

Fernando de la Rúa tuvo una deflación del 1% anual (lo que no es considerable como un hecho virtuoso en la economía) y Eduardo Duhalde, un promedio anual del 22,3%, pero con un pico del 40,9% en 2002. 

Néstor Kirchner mantuvo la inflación anual promedio en un dígito: 9,75%. Teniendo en cuenta lo dicho en el primer párrafo de este punto, la gestión de Cristina Fernández tuvo un promedio anual del 25,7%, llegando a un pico de 38,5% en 2014. 

Macri llegó a un promedio anual del 40,6%, siendo su peor año el 2019 con un 53,8%. 

c) Evolución de la Deuda Externa

Cuando hablamos de deuda externa, más exactamente lo hacemos de deuda pública nacional y provincial con entidades financieras internacionales, estatales y privadas. Su evolución está directamente relacionada con la capacidad o incapacidad del estado argentino de sostener su funcionamiento. Su incremento condiciona la soberanía nacional y la capacidad del gobierno para definir políticas públicas, además de restar fondos al sistema productivo, que se van hacia el sistema financiero internacional. 

El gobierno peronista comenzó en 1946 con una deuda de U$S 2.969 millones, y terminó en condición de acreedor por U$S 216 millones, situación que nunca más se registró. 

La Revolución Libertadora, que hizo ingresar al país al Fondo Monetario Internacional, contrajo deudas hasta llegar a un saldo de U$S 1.800 millones, cayendo en default en 1957. 

El gobierno de Frondizi terminó su gestión con una baja de la deuda la que en 1961 era de U$S 1.200 millones. 

Al fin del breve gobierno de Guido en 1963, la deuda ya había ascendido a U$S 2.100 millones, y tres años más tarde, cuando fue derrocado Arturo Illia, aquélla era de U$S 3.276 millones.

Tras la dictadura que lo sucedió, en 1973 la deuda ya llegaba a U$S 4.870 millones. Luego de tres años de gobiernos peronistas, la deuda ascendió a U$S 7.800 millones, aunque en la gestión de María Estela Martínez de Perón tuvo un pequeño descenso. 

Luego, tras los siete años de dictadura militar, la deuda pegó un salto inaudito, alcanzando los U$S 45.000 millones en 1983. El gobierno radical de Raúl Alfonsín tuvo un incremento del endeudamiento, que trepó a U$S 58.700 millones. 

Tras la década menemista, la deuda se ubicó en U$S 146.219 millones. En 2001, tras el gobierno de De la Rúa, fue de U$S 144.000 millones, y en 2003, luego del período duhaldista, en U$S 178.000 millones. 

En el tiempo kirchnerista, tras la gestión de Néstor Kirchner y el primer mandato de Cristina Fernández, la deuda bajó a U$S 141.803 millones, cancelándose la totalidad de los saldos con el FMI, pero tras el segundo período de aquélla, quedó en U$S 250.000 millones. Tras los cuatro años de Macri, la deuda llegó a U$S 342.000 millones.

d) Participación de los trabajadores en la renta nacional

Este índice es una de las formas de medir el reparto de la riqueza. A mayor participación de los trabajadores en el PBI, mayor justicia social. El mismo está influido por la evolución del poder adquisitivo del salario, y el crecimiento del PBI. En momento de caída de éste, puede beneficiarse indirectamente el porcentual de participación de los trabajadores, si han logrado buenos convenios colectivos a través de sus organizaciones. En todos los casos se tomaron números del INDEC, salvo en el período de Cristina Fernández. Durante el gobierno de Juan D. Perón, en 1947 se hallaba en 38%. El índice fue subiendo y en 1954 se alcanzó el 50%, una de las mejores marcas históricas.

Tras la Revolución Libertadora, la participación de los trabajadores descendió al 43% en 1957. Luego del cuatrienio frondicista, bajó aún más al 40%, y en 1963, llegó al 38%. 

Tras el gobierno de Illia, subió levemente al 40%, y en 1973, al 41%. 

Entre 1973 y 1976, la participación obrera en riqueza nacional subió al 49%, alcanzando un pico superior al 50% en 1974, durante la tercera presidencia del Gral. Juan D. Perón. 

Tras el proceso 76-83, el índice bajó al 30%. Durante los primeros años de Alfonsín subió hasta un 40%, aunque al fin de su gobierno llegó al 28%.

En el gobierno de Menem, subió al 41% en 1999, llegando a un pico del 47% en 1993.

En el mandato de De la Rúa se produjo un leve descenso al 39%, y en el de Duhalde, cayó al 29% en 2003. 

En la gestión de Néstor Kirchner hubo una recuperación, llegando al 35% en 2007. En la gestión de Cristina Fernández, se ubicó en 2015 en 34,3%. Este último dato según la consultora CIFRA. El INDEC estimó el índice en 44% en 2010, pero luego no fue posible obtener datos. 

Según el INDEC, al fin del gobierno macrista el índice de participación había ascendido al 45% en 2019. 

e) Evolución del salario real 

Si tomamos el sueldo como base 100 en 1960, los índices fueron de 78 en 1953, 86 en 1957, 80 en 1961, 79 en 1963, 98 en 1965, 105 en 1971, 132 en 1975, 88 en 1983, 66 en 1989, 87 en 1993, 79 en 1999 y 2001, 56 en 2003, 72 en 2007 y 90 en 2013. 

f) Desempleo

El índice de desocupación recién puede obtenerse de manera cierta a partir de la década del ‘70. En 1974, era del 2,7%, lo que equivale al pleno empleo. 

Tras la dictadura militar, en 1983, el índice había crecido al 4,6%. 

Al final del gobierno alfonsinista, la desocupación registraba un 7,7%

Tras la experiencia menemista, el desempleo trepó hasta el 14,3%, subiendo al 17,4% a la salida de Fernando De la Rúa.

Luego de la transición duhaldista, se ubicó en 16,1%, descendiendo al 8,5% al final del mandato de Néstor Kirchner. 

Con la culminación de los dos mandatos de Cristina Fernández, bajó aún más al 7,2%, para volver a subir a un 9,8% al final de la gestión de Mauricio Macri. 

g) Pobreza

Los índices de pobreza se estipulan a partir de la fijación de una línea que demarca la posibilidad de satisfacción de las necesidades básicas de la población. Se traza en base a criterios fijados por la Organización de las Naciones Unidas. En un país con tantos procesos inflacionarios, la materialización de esos criterios para establecerla puede variar. Su evolución está directamente relacionada con todas las variables anteriormente estudiadas. 

Se empezaron a medir en los años setenta, hallándose en 8% al momento del golpe de 1976. Durante el Proceso no hay datos confiables. Al final de la gestión de Alfonsín, la pobreza ascendió al 47,3%. Tras los gobiernos de Carlos Menem, llegó al 37%, manteniéndose ese nivel hasta la caída de De la Rúa. Tras el mandato de Duhalde, creció hasta el 51,7%.

Tras el ciclo de Néstor Kirchner, la pobreza descendió hasta el 26,9%. Luego de las gestiones de Cristina Fernández, subió al 30%. Luego del cuatrienio de Macri, el índice volvió a crecer al 35,5%.

h) Otros datos

Existen otros índices que miden cuestiones sociales, como el analfabetismo o la mortalidad infantil, que no son considerados en este trabajo, ya que ambos tienen una tendencia permanente al descenso año tras año. Por ello, no puede verificarse un diferencial comparativo entre las distintas gestiones. 

i) Ranking por rubro

Pasando en limpio, con los datos analizados podemos hacer un orden de mérito para cada rubro: 

Evolución del PBI: 1. C.Menem 2. N.Kirchner 3. Rev.Arg. 4. A.Illia 5. Cristina FK 6. Proceso RN 7. Perón III 8. A.Frondizi 9. E.Duhalde 10. R.Alfonsín 11. M.Macri 12. F.De la Rúa 13. JM Guido s/c J.Perón I y II s/c Rev.Libertadora 

Inflación anual promedio: 1. N.Kirchner 2. C.Menem 3. Rev.Libertadora 4. J.Perón I y II 5. E.Duhalde 6. Cristina FK 7. JM Guido 8. Rev.Arg. 9. A.Illia 10. M.Macri 11. A.Frondizi 12. J.Perón III 13. Proceso RN 14. R.Alfonsín s/c F.De la Rúa 

Evolución de la deuda externa(*): 1. J.Perón I y II 2. A.Frondizi 3. N.Kirchner 4. F.De la Rúa 5. E.Duhalde 6. R. Alfonsín 7. M.Macri 8. Rev.Arg. 9. Rev.Libertadora 10. J.Perón III 11. Cristina FK 12. C.Menem 13. A.Illia 14. Proceso RN s/c JM Guido

% particip.trabaj.renta nac. (**): 1. J.Perón I y II 2.J.Perón III 3.M.Macri 4.Rev.Libertadora 5.C.Menem 6.Rev.Arg. 7.A.Frondizi 7.A.Illia 9.JM Guido 10.F.De la Rúa 11.N.Kirchner 12.Cristina FK 13.Proceso RN 14.R.Alfonsín 15.E.Duhalde

Salario real (**): 1. J.Perón III 2. Rev.Arg. 3. A.Illia 4. Cristina FK 5. Proceso RN 6. Rev.Libertadora 7. A.Frondizi 8. JM Guido C.Menem F.De la Rúa 11. J.Perón I y II 12. N.Kirchner 13.R.Alfonsín 14.E.Duhalde s/d M.Macri

Desempleo (**): 1. J.Perón III 2. Proceso RN 3. Cristina FK 4. R.Alfonsín 5. N.Kirchner 6. M.Macri 7. C.Menem 8. E.Duhalde 9. F. De la Rúa s/c J.Perón I y II s/c Rev.Libertadora s/c A.Frondizi s/c JM Guido s/c A.Illia s/c Rev.Arg.

Pobreza (**): 1. J.Perón III 2. N.Kirchner 3. Cristina FK 4. M.Macri 5. C.Menem F.De la Rúa 7. R.Alfonsín 8. E.Duhalde s/c J.Perón I y II s/c Rev.Libertadora s/c A.Frondizi s/c JM Guido s/c A.Illia s/c Rev.Arg. s/c Proceso RN 

(*) % de incremento (**) se toman los datos del último año de cada gestión 

j) Conclusiones

Si bien los datos numéricos intentan ser expresiones objetivas irrefutables, siempre hay elementos que condicionan su interpretación. Una de ellas es la tendencia proveniente de la gestión anterior a la estudiada. Ejemplo de ello es el de algunas perfomances del Proceso de Reorganización Nacional, que sucedió al tercer período peronista. 

Marcos Merchensky decía que el posicionamiento político es determinado por la ideología profesada y los intereses de clase. Podríamos agregar a dicha reflexión que ambos supuestos constituyen interpretaciones de la realidad, influidas por la educación, el contexto histórico-social, los paradigmas sostenidos y otros condicionantes. Pero no son la realidad. 

Si bien los datos evaluados son números, la manera con que los interpretamos está impregnada de elementos subjetivos como los nombrados. 

Dijimos que íbamos a desafiar el juicio estamos mal por setenta años de peronismo. Probablemente, a quien lea este humilde trabajo y sostenga ese postulado, no le alcance para renegar de él, pero sí al menos para volver a pensarlo desde otro lugar de observación. Y cuando vemos las cosas así, comprendemos que frecuentemente sostenemos como verdades reveladas a simples opiniones, basadas más en sensaciones térmicas que en datos sólidos. Y en política, donde todo es interpretación y relato, no cabe la enunciación dogmática y rígida, si se quiere comprender la marcha de la historia. 

El peronismo y el antiperonismo, nuevamente, viven un momento intenso de su eterna guerra por el poder en la Argentina. Los pocos datos examinados en este artículo muestran que en tiempos de gobiernos peronistas hubo más crecimiento económico y mejor distribución de la riqueza que en las gestiones no peronistas. 

El peronismo representó un cambio de concepción en el modelo de productividad, y en la relación de poder entre empresarios y trabajadores. El antiperonismo recurrentemente buscó revertir esa tendencia, para restablecer los parámetros políticos, económicos y sociales anteriores a 1943. 

La excepción podemos encontrarla en los gobiernos de Frondizi, Illia y Alfonsín, que aunque no intentaron esa regresión, fracasaron políticamente por la adversidad de sus contextos o por sus propias incompetencias.

Esas marchas y contramarchas constituyen –quizás- la razón principal del atraso argentino. Peronismo y antiperonismo bailan una danza circular, en donde el único objetivo es ejercer el poder, representando la presencia de uno la amenaza del otro. 

Pero en este continuo, entiendo que el antiperonismo tiene mayores responsabilidades. El peronismo –aunque fue contradictorio consigo mismo- siempre llegó al poder para llevar a cabo un proceso de transformación. Mientras que el antiperonismo nunca pudo construir un eje propio de pensamiento estratégico, sino que sólo se limitó a intentar destruir lo construido por el peronismo. El antiperonismo vanamente intenta volver a un proyecto de país que hoy es inviable, en el que sobran por lo menos diez millones de argentinos. 

Desde 2015, han quedado conformadas dos corrientes políticas claramente definidas, expresadas nítidamente en la última elección presidencial, sin lugar para terceras vías, ni para divisiones. 

Hoy, la fuerza del antiperonismo se basa en su poder de fuego mediático, lo que le da chances de victoria en la batalla cultural, en el armado político del PRO en el área metropolitana y de la UCR en el interior, en las organizaciones agrarias, en el sector financiero, y en las grandes corporaciones concentradas. 

El peronismo se recuesta en el armado justicialista de gobernadores e intendentes, en los sindicatos, en las organizaciones sociales, y en el poder electoral de sus principales referentes. 

El peronismo no se debe prender en esa batalla cultural cuya agenda es redactada por el antiperonismo. Así baja al territorio del enemigo. Tiene que focalizarse en la gestión, y en la comunicación efectiva de lo que logra a través de ella. 

Gran parte de esa batalla cultural se desarrolla atacando cuestiones que no son económico-sociales, o sea que están fuera del alcance de las mediciones y de las comparaciones. 

La batalla se libra exclusivamente en el terreno político, en donde los temas en discusión son las libertades, la corrupción, el espíritu democrático, la independencia de los poderes, la calidad de las instituciones…

La lucha descarnada por el poder es atinente a ambas corrientes. No hay inocentes.

En materia económica, se plantea la discusión siempre desde los adjetivos, y nunca desde los datos. Antes que cualquier análisis, se propone la calificación: una medida puede ser confiscatoria, autoritaria o socializante antes que conveniente o inconveniente en términos de resultados. 

Ello es eficaz porque moviliza emociones, y éstas son las que deciden las conductas humanas. Mirar cifras y evaluar posiciones no tiene la fuerza de una consigna que convoca al miedo o la indignación. 

Muchas veces, el peronismo pisó el palito y se prendió en el palo a palo. Siempre terminó perdiendo a la larga, para después de un período en el llano, volver por la fuerza de los votos. 

Hace setenta y cinco años que existe el peronismo, pero también ésa es la edad de su opuesto. ¿Sería posible un acuerdo básico que ponga a salvo un puñado de políticas de estado? Durante esta pandemia, tuvimos una lucecita de esperanza, cuando el Presidente y los gobernadores de la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma anunciaban en conjunto sus medidas de prevención. Pero ello ya es historia. 

Buenos Aires, octubre de 2020


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